Betty Biira, asesinada brutalmente por yihadistas
Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Uganda, donde el grupo islamista yihadista de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) -vinculado al Estado Islámico- asesinó brutalmente a una mujer cristiana, informa Persecution.
Este grupo terrorista opera habitualmente en la República Democrática del Congo (RDC), pero tiene como objetivo expandir el islam. Y en esta ocasión, sus terroristas se trasladaron hasta el país vecino de Uganda, situado más al este, donde perpetraron un ataque el pasado 7 de diciembre, en la aldea de Ngoko en el distrito de Kasese.
La mujer asesinada respondía al nombre de Betty Biira (35 años). Los terroristas también hirieron gravemente a su sobrino de 13 años, John Masereka, quien contó lo ocurrido: “A mi tía la mataron a machetazos y con un hacha. Era un grupo de unos cinco hombres que también exigían teléfonos y comida. Empezaron a cortar a mi tía. Después de matarla, se volvieron hacia mí. (…) En mi corazón, estaba orando a Jesús para que me salvara. Sufrí varios cortes, pero el Señor me ayudó a huir. Fui rescatado por buenos samaritanos que me llevaron al hospital”.
Conmueve el testimonio de este niño de 13 años que cuenta cómo descuartizaron a su tía ante sus ojos. Así de brutal es el terrorismo islamista.
Seguimos en África, concretamente en Kenia, donde un sacerdote que trató de evitar una ablación de clítoris de varias jóvenes fue agredido por quienes participaban en la ceremonia, causándole heridas de gravedad.
El padre Amós Kimutai pertenece a la parroquia católica de San Kizito (Diócesis de Eldoret), en cuyas inmediaciones se produjo el suceso. En declaraciones a ACI África, explicó: "Pude ver a un grupo de unas 50 chicas jóvenes y algunas mujeres” a las que querían realizarles la mutilación genital, “mientras los hombres montaban guardia para asegurarse de que nadie interfiriera en el proceso”.
El párroco trató de llamar a efectivos policiales pero al no presentarse decidió actuar por su cuenta, intentando evitarlo, con este resultado: “Me golpearon mucho. Tengo moratones en la cabeza, el cuello y la espalda. También me hirieron las manos al intentar bloquear sus golpes”.
Según explicó el sacerdote, la mutilación genital femenina ha llegado a convertirse en objeto de transacción económica. Los padres de las niñas llegan a ofrecer a cambio de esta horrible práctica animales y lo que han cosechado en el campo.
(El padre Amós)
Otro país africano, Nigeria, es objeto de esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos. Durante la presentación en la sede española de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) de la campaña de ayuda a los cristianos perseguidos de ese país, intervino la católica Janada Marcus (25 años), que junto a su familia sufrió un ataque por parte de los terroristas yihadistas de Boko Haram.
En su testimonio, narró cómo pudo salvar su vida: “Yo escapé de estos terroristas cuando me secuestraron y cuando volví a mi casa yo solía tener pesadillas, sueños horribles y ni siquiera hablaba con la gente”.
Y no es para menos, pues según contó, los terroristas quisieron chantajear a su padre ofreciéndole mantener allí mismo relaciones sexuales con ella a cambio de la liberación de la familia. Cuando su padre se negó -“antes prefiero morir que cometer esta aberración”, dijo-, uno de los yihadistas le decapitó.
Pero es que, transcurridos dos años, Janada Marcus fue secuestrada por estos mismos yihadistas de Boko Haram. Así lo contó en la rueda de prensa en la sede de ACN España: “Me llevaron al monte, donde durante seis días me torturaron emocional, física y mentalmente. Sufrí tal cantidad de experiencias terribles y perversas -algo inenarrable- que aquellos seis días me parecieron años. El 15 de noviembre de 2020 me dejaron en libertad y mi madre me llevó al Centro de Atención al Trauma gestionado por la diócesis de Maiduguri”.
Janada Marcus (Foto de ACN)
En su recuperación psicológica jugó un papel importante el padre Fidelis, quien le aconsejó que visitara un centro especializado en este tipo de traumas psicológicos. A los seis meses de recibir tratamiento, además de rezar, consiguió recuperarse de las tremendas heridas sobre todo emocionales y psicológicas: “Es difícil perdonar a mis agresores y olvidar, pero les he perdonado en mi corazón y rezo por la redención de sus almas”, concluyó la joven.
Testimonio heroico, sin duda alguna, que recuerda la necesidad de orar por los hermanos cristianos perseguidos por su fe en Cristo.