La obra teológica más profunda del nuevo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Víctor Manuel 'Tucho' Fernández, es "Sáname con tu boca. El arte de besar". No lo he leído, lo cual demuestra mi incultura doctrinal pero a lo mejor ahora lo hago porque yo también soy egoísta y me gusta divertirme como al que más. 

Recuerden, el Papa mantuvo al alemán Gerhard Müller como prefecto del Santo Oficio, durante cuatro años, luego le cesó fulminantemente y ahora se ha convertido en uno de los escasos obispos alemanes que no ha enloquecido. Le sustituyó por el jesuita español Luis Francisco Ladaria Ferrer, eminente teólogo, discreto, que cuando ha hablado ha sentado doctrina y juicio, ambas cosas a la vez, que ha dejado claro el mensaje ante el cisma alemán, que no es más que eso: un cisma producto de la soberbia teutona.

Misiva de nombramiento de Francisco a su amigo Tucho: con la manguera a las inundaciones y con barcas a los incendios

Ahora Francisco nombra a ''Tucho el osculador. Francisco no ha dejado de elevar a su compatriota hasta convertirle en el monseñor de currículum más fulgurante. Ha sido el sucesor, en el Obispado de La Plata, de monseñor Héctor Aguiar, que levantaba menos entusiasmo en su correligionario, el Papa Francisco. 

En cualquier caso, esto empieza a ponerse interesante. Dice Francisco que siempre ha actuado conforme a las mociones del Espíritu Santo. Esto está bien y no seré yo quien lo ponga en duda. Lo que no comprendo es esa tendencia a obligar a trabajar tanto a la Tercera Persona. Recuerda el viejo chiste sobre la Trinidad Beatísima, reunida en tertulia, para decidir dónde se van de vacaciones:

-Podríamos ir a Nazaret -propone Dios Padre, pero Dios Hijo responde: 

-Hombre, eso ya lo tengo muy visto.

-¿Y a Jerusalén? -apunta el Espíritu Santo

-No me trae buenos recuerdos -responde, de nuevo, el Hijo.

-Ya sé -propone Dios Padre- vayamos a Roma: ¡ahí no hemos estado nunca!

Ser cristiano empieza a resultar un deporte de alto riesgo doctrinal. En la modalidad de cura, un deporte suicida

La misiva de nombramiento de Francisco a su amigo 'Tucho', me recuerda, también, la famosa sentencia de Clive Lewis para quien el hombre actual siempre está corriendo con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios. Hombre, que en momentos de máxima confusión doctrinal, el analista del ósculo se convierta en rector del Santo Oficio y que Francisco le anime a que su labor en el cargo no le convierta en martillo de herejes, justo cuando cismáticos y herejes, como si el sifilítico Enrique VIII hubiera resucitado, golpean las puertas de Roma... justo cuando los teólogos alemanes, cómo no, pretenden convertir la teología de la bragueta en el undécimo mandamiento... pues, hombre, no es si es el momento de la leyenda del beso. 

Ser cristiano empieza a resultar un deporte de alto riesgo doctrinal. Ser cura, una modalidad suicida. Eso sí, hablamos de deporte intelectual.

Dicho esto, recemos por Francisco y por 'Tucho', a lo mejor no por ese orden. Recuerden: la oración es omnipotente... y cuando Tucho besa es que besa de verdad. Que nada les haga perder la alegría. Esto se pone interesante.