Ocurrió en Roma, el primero de mayo, donde los sindicatos italianos habían montado una movida que ríase usted de las de CCOO y UGT. Pues bien, en ese escenario y en ese ambiente, se pudo ver, y hasta oír, alto y claro, a un ejecutivo español que atravesaba la masa de manifestantes gritando:
-¡Viva Garamendi!
Y todos le sonreían. Supongo que porque interpretaban que lo que vociferaba nuestro ejecutivo gamberro era ¡Viva Garibaldi!, que no es exactamente lo mismo. Es más, puedo asegurarles que don Guiseppe Garibaldi no tiene nada que ver con don Antonio Garamendi y en lo único que se parecen es que a ambos les gusta mandar.
No, no voy a hablar del pulso entre el presidente de la patronal española CEOE y el de Cepyme, Gerardo Cuerva, ni de las andanzas del presidente de la patronal catalana, Sánchez Llibre, antes enemigo y ahora amigo de Garamendi, que no de Garibaldi. Voy a hablar de la confusión, interesada o no, de Garibaldi con Garamendi, con un ejemplo señero: la aprobación del anteproyecto de reducción de la jornada laboral semanal, de 40 horas a 37,5 horas, esa norma que, según la inefable Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno Sánchez, va a hacer más felices, no sólo a los españoles, sino incluso a las españolas. Lo que me recuerda la vieja viñeta del batallón de cómic al que su sargento ordena:
-Sed felices durante cinco minutos.
Y todos sonríen hasta que, transcurridos el tiempo, se escucha una voz igualmente imperiosa:
-¡Se acabó la felicidad! ¡A formar!
En un país con baja productividad, no se puede reducir el número de horas de trabajo sin dañar a las pymes, la clave de la propiedad privada
La confusión entre Garibaldi y Garamendi adquiere un nuevo frescor ante al anteproyecto de esta semana. Garibaldi luchaba, antes que por la revolución, por la unidad de Italia. Una Italia rogelia y anticlerical, pero unida. Su objetivo no era hacer más felices a los italianos trabajando menos, sino uniéndoles en un objetivo patriótico común.
Por trabajar menos nadie es más feliz. En primer lugar, porque el trabajo es, o debiera ser, creatividad y el hombre necesita crear para realizarse como persona. El trabajo provoca cansancio cuando se aborda sólo como un castigo para sobrevivir, no como aportación personal al bien común de la sociedad. Recuerden: "No te preguntes qué puede hacer el país por ti, piensa lo que tú puedes hacer por el país".
Oiga, y esta contradicción con el mensaje de Yolandísima, ¿no resulta innecesaria por evidente? Sí, es necesaria porque resulta que personajes como Yolanda 'fashion' debieron ser los que inspiraron a Chesterton cuando predijo aquello de que "llegará un momento en que tendremos que pelear por demostrar que la hierba es verde".
Los españoles no serán más felices trabajando menos sino trabajando más, a ser posible por los demás, por su familia, por su sociedad, por su patria.
Por otra parte, en un país con baja productividad como es el nuestro, no se puede reducir el número de horas de trabajo sin dañar a las pymes, que son la clave de la propiedad privada como esta lo es de las libertades individuales. Las clases medias, aquellas que tienen algo en propiedad, son más libres.
No, no hay que reducir la jornada laboral, lo que hay que hacer es aumentar los salarios y reducir los impuestos, especialmente las cuotas sociales y el IRPF, los impuestos que gravan directamente el empleo. Justo lo contrario de lo que piden los socialistas de Sánchez y los comunistas de Yolanda. Por eso somos el Estado con más paro de toa la Unión Europea (27 países) y de toda la OCDE (38 países).
No hay que reducir la jornada. Lo que hay que hacer es aumentar los salarios y reducir los impuestos, especialmente las cuotas sociales y el IRPF, justo lo contrario de lo que piden los socialistas de Sánchez y los comunistas de Yolanda
Sí, ya sé que usted y yo, a doña Yolanda, no le dejaríamos gestionar ni una panadería, pero el problema consiste en que Yolanda no deja en paz al panadero que sí sabe gestionar su panadería y hacer su trabajo, pero se ve abocado a la ruina por los impuestos, así como por las condiciones burocráticas -a veces más duras éstas que aquéllos- que le imponen Marisu y Yoli.
¡Viva Garibaldi! ¡Viva Garamendi! ¡Muera Yolandísima! Queremos trabajo... y que lo paguen.