Decíamos en Hispanidad que si quieres desequilibrar a un hombre, cámbiale el horario; si quieres desequilibrar a una sociedad, cámbiale el calendario.

Cuando escribimos este artículo, hace un año, los europeos aceptábamos bovinamente la imposición. Y, entonces, apostamos porque, al menos España, debería moverse. ¿Acaso no le gusta a Sanchez ejercer el liderazgo en Europa? Y concluimo: no se engañen: a Sánchez le encanta el cambio horario obligatorio.

Pues, un año después, Pedro Sánchez anunciado que el Gobierno de España va a hacer valer el voto mayoritario en contra el cambio de hora en el Consejo Europeo. El presidente ha dicho que los dos cambios de hora que se producen al año en España no suponen un ahorro energético y que él ya no le ve sentido. ¡Ah, bueno, si el presidente ya no le ve sentido!

Por otro lado, Sánchez descubre en este momento que lo que sí dice la ciencia sobre el cambio de hora es que trastocan los ritmos biológicos. 

O sea, lo que en su día explicamos en Hispanidad: lo más lógico es adecuar nuestro horario al sol y a la luz. Eso, en esta latitud, significaría que los españoles deberíamos adecuarnos, no ya al horario de invierno, sino incluso una hora menos. Es decir que ahora mismo, tras el estúpido cambio de marzo, deberíamos adelanta el reloj, no una hora, sino dos, para que amaneciera antes y anocheciera antes. Y no tocar el reloj nunca más.

En cualquier caso, giro copernicano de Sánchez: antes la ciencia decía que el cambio horario ahorraba energía y no afectaba a la salud. Ahora la ciencia dice justamente lo contrario: Don Pedro, además, vuelve a liderar algo en Europa y no se habla de los casos de corrupción que le obligan.