El maestro de periodistas Nemesio Rodríguez se nos ha puesto serio y asegura que la “viralización es una enfermedad del periodismo”.

Rodríguez convierte la experiencia en ciencia y eso siempre me ha parecido peligroso, porque lleva a confundir lo que uno ha sido con lo que debe ser… mayormente porque uno lo ha sido. También asegura don Nemesio que “La gente necesita, y sobre todo en época de crisis, información veraz y que le dé seguridades, sosiego y tranquilidad”.

Las redes sociales aportan buen humor mientras el periodismo se ha henchido de prosapia y los plumíferos resultamos muy ridículos en nuestra elevadísima dignidad

Lamento discrepar. Bueno, la verdad es que lo lamento poco porque lo mío es discrepar. ¿Seguro que necesitamos sosiego y tranquilidad”. En primer lugar, nada desasosiega el espíritu más que la verdad, pero por eso hay que recalcarla. La verdad no es una valeriana. Al revés, actúa como un aldabonazo en nuestro abotargamiento, una descarga eléctrica que sacude nuestra modorra, incluso cuando ya la conocíamos. No creo que el periodismo del siglo XXI deba consistir en una tila sino en una bebida alcohólica que sacuda al receptor de su modorra actual.

En el siglo XXI, el buen periodismo, la verdad, suele situarse justo enfrente de lo políticamente correcto y en el otro extremo del discurso culturalmente aceptado y de la atmósfera cultural imperante. En la sociedad de la información el periodismo debe adherirse a todo aquello, por muy atrabiliario que pueda resultar, que se sitúe en unpunto más alejado del pensamiento único y dominante, hoy vagamente conocido como progresismo.

En verdad y humildad, el periodista aficionado de las redes sociales supera con creces al periodista profesional

Y eso, con todo respeto, Nemesio, se parece más a tus denostadas redes sociales que al periodismo plúmbeo que hacemos los periodistas. Y encima, las redes operan con más honradez que la prensa, porque no tienen ningún prestigio ni salario que defender sino algo que contar y poco que ganar con ello. En la era del pensamiento único prefiero al aficionado de la información que la profesional, al que cobra por informar. Y lo digo con pena porque soy… un lamentable profesional de la información.

Y encima las redes sociales aportan buen humor, el periodismo se ha henchido de prosapia y resulte un tanto ridículo en su dignidad. Recuerden al periodista Chesterton: el demonio se precipitó a los infiernos por la ley de la gravedad.

¿Qué ocurre con las redes sociales? Pues que en ellas, salvo que Google y Facebook, los dos grandes censores globales, ayudados por los verificadores locales y ‘bienpagaos’, lo impidan, es un universo formidable, donde hay libertad y, por ello, surge todo lo mejor y todo lo peor. En eso consiste la libertad, Nemesio: en que cada cual elija entre lo mucho malo y lo poco bueno que existe en aquellos escenarios libres… donde convive lo mejor con lo peor. ¡Y que viva la libertad por donde llega la verdad (no al revés, como pensaba el insigne pensador ZP) aunque venga acompañada de mucha vulgaridad. Por lo demás, ¿quién ha dicho que el título de periodista profesional otorga más verdad que el del aficionado? Recuerda que el movimiento olímpico se degradó cuando los deportistas profesionales sustituyeron a los aficionados al deporte. Recuerda, el contraste periodístico es antes con la realidad que con fuentes ‘fiables’. Entre otra cosas porque las fuentes fiables, las que conocen la información, suelen ser las más interesadas y las más mentirosas. El peor periodismo es aquel que se guía por las declaraciones de los Gobierno y los comunicados de las empresas, es decir por las fuentes “fiables”. La información verdadera se contrasta con la realidad. Recuerda el viejo dicho que para ‘contrastar’ si está lloviendo, no hay que preguntar a los meteorólogos hay que salir a la calle a ver si te caen gotas. En este sentido el periodista y el hacedor de redes sociales, el profesional y el aficionado, sólo se distinguen en que se supone que el primero dedica más horas a contrastar la realidad que el segundo… y que el profesional tiene más prejuicios que el aficionado.

La mejor fuente para un periodista es la realidad. Las fuentes fiables, los expertos, resultan más interesadas y más mentirosas

Nemesio, con todo respeto a mi mayores, el Eulogio discrepa: ¡Viva las redes sociales, viva la libertad! Y tranquilos con el bulo: tiene las patas cortas. La mentira siempre se diluye a si misma, en cuanto choca con la realidad. Y el siglo XXI no necesita tranquilizantes sino estimulantes para alcanzar la verdad… perdida y negada. 

Posdata: y el maestro Nemesio, la guinda de la tarta, se ha puesto a defender a la Telemadrid de José Pablo López. Lo que nos faltaba. Tenemos mucho que aprender de nuestros mayores pero no su corporativismo.