Nuestra sociedad actual está obsesionada con impulsar meses o días dedicados a la mujer. En Estados Unidos, por ejemplo, además del 8M, también se considera de forma institucional el Mes Nacional de la Historia de la Mujer. Toda esta proyección está enfocada al concepto de mujer que dicta el feminismo hegemónico, no a lo que verdaderamente hace que una mujer sea mujer, por ejemplo, sus posibilidades que la hacen única biológicamente respecto al hombre, su capacidad de crianza a nuevos seres o su aportación afectiva en el cuidado de terceros… ¡Entre otros muchos aspectos más!

Por otro lado, al hombre, que solo tenía el día del padre, también quieren disolverlo por aquello de la persona especial, vamos, ¡cómo para pensar en el Mes Nacional de la Historia de los Hombres! La pregunta justa sería, ¿por qué deberían hacerlo entonces las mujeres? ¿No han alcanzado la igualdad civil en derechos? ¿Es posible que desde hace unos años tanto exceso de derechos haya dejado de serlo para convertirlo en privilegios que no tiene el hombre? Sinceramente, considero que el feminismo moderno ha arruinado al mundo occidental, para empezar porque lo que en primera instancia se ha logrado, es que la vida de las mujeres sea más difícil de lo que debería ser.

Hay muchas mujeres que desean, y lo hacen, trabajar y ganar dinero como cualquier otro hombre en circunstancias similares, pero es cierto también que muchas de estas mujeres una vez casadas desean dedicarse al cien por cien a su familia, a administrar un hogar que si bien es un trabajo arduo requiere de mucho oficio que muchas profesionales de despachos alfombrados, feministas o no, no sabrían ni por dónde empezar. Sí, es una visión conservadora de ver y vivir la vida que, no solo es legítima y muy necesaria, si no que la política y la presión social la cancela. Se las tacha de no feministas como si eso les restara un ápice de ser mujer en sí misma. Son como otra clase de persona gestante de otra categoría, por su puesto de menos calidad. 

El feminismo moderno ha arruinado al mundo occidental, para empezar porque lo que en primera instancia se ha logrado, es que la vida de las mujeres sea más difícil de lo que debería ser

Está bien que las mujeres quieran ser igualadas -que no iguales- a los hombres, pero cuando exiges por encima de esa igualdad en derechos -que ya existen- comienzan ellas mismas a ir en su contra porque potencia la desigualdad contraria. Me explico: durante el Mes Nacional de la Historia o el Día de la Mujer, que es más reivindicativo, la gente destaca los esfuerzos de muchas mujeres que empujaron a la sociedad hasta el estado en el que vivimos actualmente. Por poner un ejemplo facilón, es magnífico que las mujeres puedan participar en atletismo y tener un trabajo si así lo desean... Pero el esfuerzo de los movimientos feministas en pro de ser iguales a los hombres, menosprecian continuamente a los hombres en sus tareas e incluso por el papel que han tenido a lo largo de la historia, y actúan como si los hombres fueran menos que las mujeres.

La realidad a día de hoy es que mientras las feministas trataban de ser iguales para compensar al heteropatriarcado histórico y hegemónico, solo han dividido a los sexos inventando y multiplicando los géneros con el fin de diluir la esencia de la compatibilidad hombre-mujer. Han puesto a las mujeres al frente de nuestra sociedad y han reprimido a los hombres convirtiéndolos en niños beta que ceden a lo que la sociedad les dice que deben ser. Así, por ejemplo, existe el día específico del cáncer de mama en el que instituciones, marcas comerciales, medios de comunicación y noticiarios se vuelcan, mientras que nadie cita el cáncer de próstata, que es el único cáncer que una mujer no puede tener o, dicho de otro modo, solo pueden sufrir los hombres. Ciertas mujeres dicen querer ser iguales que los hombres, sin embargo, su contradicción se hace patente cuando no están dispuestas a dar a los hombres los mismos derechos que ellas tienen.  

Las mujeres pueden optar por abortar, los hombres no pueden por pura biología, ni tampoco opinar. Las mujeres pueden elegir carreras como niñera sin que la gente cuestione sus motivos, mientras que los hombres a menudo están mal vistos o, incluso, pueden insinuar ciertas perversiones. Las mujeres pueden optar por quedarse en casa si lo desean, pero si un hombre toma esa decisión, muchos le van a mirar sospechosamente y le acusarán de vago por no hacer lo posible para mantener a su familia. Y no digamos nada sobre los privilegios y ventajas en algunas oposiciones en lo referente a las pruebas físicas. ¡Y de cara a la justicia según en qué leyes, ni hablamos!

Ciertas mujeres dicen querer ser iguales que los hombres, sin embargo, su contradicción se hace patente cuando no están dispuestas a dar a los hombres los mismos derechos que ellas tienen.  

Entonces, si tanto en la sociedad como en la política estamos de acuerdo en dar a las mujeres los mismos derechos que a los hombres, ¿no debemos dar a los hombres los mismos derechos que a las mujeres? 

Lo que digo es que la lucha de las mujeres de la actualidad ha llevado sus esfuerzos por la igualdad de derechos demasiado lejos, tan lejos que ya la mayoría de sus exigencias son esperpénticas y hacen daño a la totalidad de las mujeres. Y es que el feminismo radical ha arruinado lo que significa ser mujer, al menos a una parte importante de ellas. Si las mujeres quieren igualdad, entonces deben proporcionarla para ambos sexos, para todas las mujeres y no solo para aquellas que tiñen de morado su discurso y beben de su ideología y subvenciones. 

El laberinto del género (Anaya), de Pablo de Lora. El fenómeno de la transexualidad y el auge de las teorías "queer" pone en cuestión la realidad binaria sexual. Jurídicamente admitidas de figurar públicamente como "hombres" o "mujeres" cede la posibilidad de modificar el sexo en el Registro Civil. Ha puesto en guardia al sector del feminismo activista y académico "contra el borrado de las mujeres".

Las madres (La llave), de Robert Briffault. El concepto de “matriarcado” esconde una gran complejidad. Hoy sabemos que en las culturas donde predomina su influencia no hay que buscar un mando de la mujer, sino la prevalencia de valores femeninos como la colaboración, la maternidad y los vínculos afectivos. Mandar -revela Briffault- es un valor masculino y allí donde domina la mujer no prima esta autoridad individual, sino la autoridad colectiva que propicia la vida y la fertilidad.

Por un feminismo de la complementariedad (Eunsa), de Ángela Aparisi y Jesús Ballesteros. Es necesario reflexionar sobre los logros del primer feminismo, sus limitaciones y los retos futuros. En este libro se aborda el feminismo de la complementariedad que conserva y ahonda en la defensa de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, sin renegar de la atención a los llamados valores femeninos.