Escena de sacrificios humanos en 'Apocalypto'
Es un texano hispano que recuerda lo que en Hispanidad hemos recordado una y otra vez: que la diferencia entre la colonización británica y la española era muy simple: los ingleses llegaban, exterminaban a los indios, mientras los españoles -atados por los Reyes y por la Iglesia-, se casaban con las indias. "Menos mal que exportamos curas", que si no... pues no existiría la raza hispana. Porque no existe la raza anglo-india, anglonorteamericana, ¿verdad que no? Ni tampoco la raza franco-magrebí u holandesa-indonesia. ¿Verdad que no?
Pero sí existe la raza hispana, hoy estúpidamente llamada latina, conquistada por el gran Hernán Cortés, y México es, precisamente, uno de los países con mayor población indígena y mestiza. ¿Cuántos indios quedan en Estados Unidos? Una minoría. ¿Cuántos mestizos? Si encuentran alguno es porque sus ancestros escaparon de las matanzas inglesas.
Y ojo, no sólo porque los curas sirvieron de freno a los conquistadores españoles, no sólo fue porque sacerdotes españoles recordaron a esos conquistadores que los indios eran hijos de Dios, sino también porque en el otro campo, el calvinismo protestante consideraba a los indios seres inferiores y, en cualquier caso, en ningún caso hijos de Dios redimidos por Cristo. Para toda la filosofía protestante el pobre es culpable de su miseria, en todo y en parte. El catolicismo piensa que todo ser humano es hijo de Dios, título que antecede a cualquier otro mérito o condición. Y también por elitismo, claro, que a ningún inglés se le ocurría maridar con una india: ¡Qué asco!
Pero Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México y uno de nuestros peores ciudadanos, no lo sabe. Y entonces se dedica a acusar a los españoles de saqueo cuando lo cierto es que Hernán Cortés les libró de los sacrificios rituales indios, que seguían unos credos tan salvajes -en especial los ancestros de AMLO, aztecas y mayas, mismamente- que su principal liturgia consistía en los sacrificios humanos. Los españoles les libraron de aquella tiranía. No es de extrañar que Cortés, Pizarro y compañía se convirtieran en los caudillos de los amerindios.