¿Es la economía la que incendia el mundo o el mundo incendiado modifica la economía? ¿Podríamos preguntarnos que la democracia posmoderna no construye, sino que divide? ¿Lo que unos llaman diversidad, hoy es un eufemismo de fragmentación? ¿Las crisis sociales son espontáneas o inducidas?

Según el FMI, un tercio del planeta entrará en recesión en 2023. Kristalina Georgieva, directora general del Fondo Monetario Internacional, lo dice todavía más claro: «Para la mayor parte de la economía mundial, este va a ser un año duro, más duro que el año que dejamos atrás (2022)». ¿Por qué? Porque las tres grandes economías: Estados Unidos, la Unión Europea y China se están desacelerando simultáneamente.

El Foro de Davos pretende manejar, las tendencias sociales con consejos coercitivos sobre economía y personajes tan siniestros como Klaus Schwab

Otro analista de la economía, José Barta, en un artículo recientemente aparecido, echa más leña al fuego: «Los tipos de interés se mantendrán altos, al menos, hasta finales del 2025. Hace diez meses anunciaba el parón en la compra de deuda por parte del BCE y la posterior subida de tipos de interés. Hoy es una evidencia, pero entonces muchos manifestaron su escepticismo».

Por otro lado, las aguas están cada vez más revueltas. Medio Brasil se ha levantado en una manifestación -que no golpe de estado- sin precedentes, porque consideran que en las elecciones pasadas ha habido juego sucio. Bolsonaro no ha dicho nada y desde luego se ha mantenido al margen de las reacciones, pero la izquierda internacional le mira mal. Al despedirse Donald Trump, sucedió lo mismo en Washington y por los mismos motivos. Sin embargo, Lula da Silva piensa que detrás de estas movilizaciones están los servicios de inteligencia y militares del país; y Jair Bolsonaro también lo cree, pero coordinados desde el nuevo gobierno para victimizar al presidente. En fin, información más contrainformación, igual a desinformación, esa es la cuestión.

Por supuesto, España es parte de este mismo ciclo decadente y tanto nuestro presidente, Pedro Sánchez, como la intelectual Irene Montero, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han hecho declaraciones respecto de las reacciones brasileñas, olvidando todos ellos que la hemeroteca es la conciencia que a ellos les falta. Todos han sufrido un golpe de amnesia de cuando instaron en el año 2006 al “rodea el congreso” o cuando animaban y alentaban a los independentistas catalanes después del 1-O las revueltas callejeras de Barcelona, por ejemplo.

Sea como sea, lo que sí es verdad es que las sociedades del mundo están crispadas, entre ellas mismas y con todas las que se relacionan entre sí. Una amenaza constante de quiebras financieras, amenazas de pandemias, discursos políticos lejos de la “la paz y la prosperidad” que dicen que tenemos. Así como la guerra de Ucrania, utilizada por Estados Unidos para hacer caja mientras los muertos los ponen otros. Cuesta pensar que la humanidad haya avanzado en algo desde la caída de Roma que no sea tecnología y ciencia, sobre todo cuando parte de la tecnología y la ciencia se usa para controlar y degradar a las personas.

El Foro de Davos, esa especie de club que maneja, o pretende manejar, las tendencias sociales con consejos coercitivos sobre economía gracias personajes tan siniestros como Klaus Schwab, fundador y CEO del Foro de Davos, se han convertido en un sujeto activo que influye -e influirá aún más después de este aviso- en las sociedades desde sus posiciones dominantes, donde los presidentes y jefes de Estado están encantados de participar. Ellos deciden sobre la pobreza, la implicación del clima, el estado de salud, los estudios de género y los modos de consumo. También interfieren de forma directa en la ONU, la OMS y el FMI, organizaciones globales que nadie ha elegido pero que, sin embargo, hacen indicaciones muy concretas que pesan en las decisiones de nuestros gobiernos. Y lo hacen porque pueden hacerlo, porque los gobiernos de los países, incluido el bloque burocrático de la Unión Europea, han permitido invertir el orden del poder cuando las grandes fortunas del mundo compraron sus decisiones con dinero, convirtiendo a los países en macrogranjas financieras donde los políticos obedecen, los sindicatos callan y los demás trabajamos para enriquecerlos desde pueblos y ciudades cada día más controladas, es decir, más oprimidas en su libertad de conciencia, actuación y convivencia.

Quizá por eso, las democracias liberales se resienten. El mundo cada día está más radicalizado porque los dirigentes lo son y lo transmiten en sus discursos, en las políticas individualistas dirigidas a privilegiar a unos pocos y a ningunear al bien común. Gustavo Petro, exterrorista y hoy presidente de Colombia, en un cínico discurso fechado en 2012, cuando era senador, daba la clave de por qué las políticas de izquierdas generan problemas a los mismos partidos de izquierda, porque «cuando los pobres dejan de ser pobres y tienen, entonces se vuelven de derechas». Es decir, que las clases medias que sí tienen la capacidad de tener más que lo que tenían sus padres, son el pueblo hostil, y de esta forma justifica que son el enemigo a combatir.

Fragmentar a la sociedad es imprescindible, no para “tener” más o menos, como asegura Petro, sino a través de posturas irreconciliables que eternicen la fractura

Las clases medias son la gran base en las sociedades modernas y también los que ponen o quitan los gobiernos del poder. Fragmentar a la sociedad es imprescindible, no para “tener” más o menos, como asegura Petro, sino a través de posturas irreconciliables. Así podemos explicar por qué y cómo de la confrontación local e internacional. Provocar la atomización de la sociedad en cien mil partículas en erupción, todas contra todas, esa es la clave. Quizá sea lo que explica la crisis de crisis en occidente, desde al menos las tres o cuatro últimas décadas. Y va a ser que eso que llaman izquierda, parece que es la más perjudicada y, por lo tanto, los más interesados en generar fragmentación como algo sistematizado. Son unos expertos, lo han demostrado de forma constante. Han aprendido bien de sus maestros, primero Antonio Gramsci y más tarde, en los 80, con el profesor Ernesto Laclau, creador del fraccionamiento hegemónico de la que Unidas Podemos, Más Madrid y ahora también el PSOE, son apasionados alumnos.

La teoría de juegos: una breve introducción (Alianza), de Ken Binmore. En toda interacción humana puede considerarse presente el factor del juego. La teoría de juegos estudia las posibles combinaciones y resultados que se pueden dar en cualquiera de estos «juegos» siempre y cuando sus protagonistas actúen racional o previsiblemente. ¿Estamos ante una reacción humana racional?

Los tontos con poder (Almuzara), de Diego Armario. Este libro resulta una obra imprescindible para sobrevivir en el mundo que nos rodea, ya que su autor no se limita a reflexionar y teorizar sobre las distintas categorías de estos personajes, sino que además recoge testimonios verdaderos de quienes han trabajado con ellos y los conocen bien. Para su mayor eficacia pedagógica podrá identificar a muchos de ellos en la política, la empresa y la farándula.

La batalla del futuro (Lea), de Augusto Salvatto y Mateo Salvatto. La quiebra de la sociedad y las tecnologías aplicadas, para bien y para mal, influye definitivamente en las personas, la percepción de las ideas y en la forma de ver la vida. Este libro es la caja de herramientas necesaria para dar esta batalla, que nos incluye a todos y que está sucediendo en este preciso momento.