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La situación de España, desde el punto de vista de la política y, como consecuencia el resto de todo aquello que lo toca, está bloqueada. Pedro Sánchez ha provocado el estancamiento gracias a la colonización institucional y a que es preso de unos delincuentes a los que quiere dar gusto pase lo que pase porque sino le quitan el plato de sopa. Todo esto ya lo sabemos.
También está bloqueada porque la oposición no quiere hacer oposición, se conforma con discursos de directas e indirectas pululantes que no afectan al muro pétreo que han levantado el Sánchez y su banda, que ni escuchan lo que les dicen ni responden a lo que les preguntan. Una táctica chabacana, muy lejos de cualquier rigor parlamentario, y que han tomado como forma de gobierno.
PSOE, independentistas, comunistas y filoetarras: responder a preguntas concretas atacando a su interlocutor, insultar a todos los que no reman con ellos hacia al abismo y victimizarse. Sánchez, acostumbrado a hacer lo que le da la gana sin mirar la ley ni las consecuencias, se ha rodeado de su particular Schutzstaffel, con un cuerpo de ministros y asesores que responden absurdos discursos rodeando el problema con una nebulosa de confusión. Argumentos comprados al saldo de siete votos, vacíos de cuerpo jurídico pero relleno de espumillón ocasional para distraer la atención, mientras avanzan en su traición a los españoles. Discursos que ni tan siquiera pueden considerarse como una buena mentira. Expertos lamebotas, entrenados para responder a cara de perro como Óscar Puente, el cinismo de Félix Bolaños o el sarcasmo cínico de Patxi López. De la insuficiencia intelectual de María Jesús Montero y Yolanda Díaz ni hablo.
España, en su bloqueo, también cuenta con otro elemento de cara a su amado líder: sus votantes. Como venimos viendo desde el 23J, en España no existe el voto socialista, solo el voto Sanchista. Siete millones de ovejas rabiosas dispuestas a ir al matadero como tantos alemanes que fantaseaban con que Hitler siguiera vivo, mientras el Ejercito Rojo arrasaba Berlín, violaba a mujeres, niñas y niños, y mataba a cualquier hombre que no fuese un soldado ruso. Sin embargo, en su delirio estaban felices, pese al dolor de ser torturado o ver matar tus hijas en una violación en cadena, porque por encima de todo estaba él, Hitler, que pronto volvería a restaurar el Cuarto Reich y esto les nublaba la vista.
Expertos lamebotas, entrenados para responder a cara de perro como Óscar Puente, el cinismo de Félix Bolaños o el sarcasmo cínico de Patxi López. De la insuficiencia intelectual de María Jesús Montero y Yolanda Díaz, ni hablo
Sí, los progresistas que se autoconsideran de izquierdas están balcanizados, por eso mismo su capacidad de analizar la situación de lo que está sucediendo en España es nula. Sin duda la falta de firmeza en la oposición del Partido Popular ayuda, y mucho. Todas estas almas de cántaro que votan a Pedro, que le dicen guapo y le gritan “presidente, todos somos contingentes, pero tú sí eres necesario” (de la película Amanece que no es poco), ven que Sánchez es un demócrata que aguanta estoico las arremetidas antidemocráticas de la ultraderecha del Partido Popular -¡fíjense qué ultras!-. Pero no importa lo que digan, el problema es que se lo creen. Van de puntillas, les falta coraje en la oposición y nobleza política con la bancada natural con la que está obligado a entenderse, Vox, de la misma forma que lo hacen en las autonomías donde comparten gobierno y están dando magníficos resultados.
Los votantes sanchistas tienen a su héroe en lo alto de la montaña. No reconocen la dictadura de su líder, porque Alberto Núñez Feijoó y Cuca Gamarra -que ladra como una perrita de lanas desde los brazos de su amo- dicen cositas y no van a la cárcel por ello. Vox se mantiene firme en sus posiciones -tercera fuerza política del país sometida a un cinturón sanitario propiciado por la izquierda y aceptado por el PP-, porque en efecto verdaderamente hace oposición: controla, denuncia y ejecuta ante los tribunales de España y Europa… Lo que no hacen los populares, todo lo contrario, estos pactan comisiones de investigación para que Vox no esté en ninguna.
Vox se mantiene firme en sus posiciones -tercera fuerza política del país sometida a un cinturón sanitario propiciado por la izquierda y aceptado por el PP-, porque en efecto verdaderamente hace oposición: controla, denuncia y ejecuta ante los tribunales de España y Europa…
De los votantes sanchistas hay que tener en cuenta que no todos son del mismo pelaje. Hay votantes que votan a PSOE porque creen que siguen votando al socialismo de toda la vida… ¡ay, Dios! No me extraña tal confusión si después de lo que hemos oído antes del 23J de boca de Felipe González, Alfonso Guerra o Emiliano García-Page, que vuelven a votar a ese partido que ya no es su partido, según sus propias palabras. Esos pobres votantes engañados generación tras generación, ahorcados por el encendido rencor de la guerra civil, avivado con ahínco por el infame Rodríguez Zapatero y ahora otra vez Sánchez, no ven más allá de sus propias narices… ¡Pobres en su ceguera! Pero hay otros, profesionales con cierta cualificación, de posición económica, social y laboral relevante, que también actúan con la misma ceguera. Personas que son incapaces de discernir entre el bien y el mal, lo haga la izquierda o la derecha. Esos votantes -que todos tenemos algún cuñao así- son terriblemente culpables, cómplices del mal que está sembrándose en España y que serán juzgados con este partido sanchista que nos arruina más allá de lo que es el dinero: la vida social, el futuro de nuestros hijos y la nación española.
El poder político en escena (RBA), de Luis Arroyo. ¿Por qué cuando se habla de política, cuantas más pruebas ofrecemos a alguien de que está equivocado más se refuerza en su posición? ¿Qué diferencia a conservadores y progresistas? ¿Podemos modificar la manera de ver el mundo cambiando las metáforas y marcos que utilizamos para describirlo? El poder en escena es una crónica sumamente original de las bases, la historia y la práctica de la representación política.
Capitalismo de amiguetes (HarperCollins), de Carlos Sánchez. Puertas giratorias, caciquismo, clientelismo, tráfico de influencias o amiguismo son algunos de los males que han transitado de generación en generación por las alcantarillas del poder. Y detrás de ellos hay acuerdos, conspiraciones y maniobras que reflejan la existencia de una oligarquía paralela en torno a las instituciones que ha debilitado y desgastado al Estado.
En defensa de la democracia (Almuzara), de VV. AA. Un terremoto sacude el orden democrático internacional. De Barcelona a Washington, de Ankara a Milán, los populismos y los nacionalismos han vuelto a calar con una fuerza inesperada. A la izquierda y a la derecha, entre los de arriba y los de abajo, resurgen las nostalgias nacionalistas y prende la fascinación por los discursos mesiánicos y rupturistas. ¿Por qué hemos llegado a esta situación?