Vuelven las estadísticas del miedo y ya se habla de 'quinta ola'. La maestra de peluquería de Gobierno navarro, a la sazón consejera de Sanidad, ha detenido la desescalada. Esto es grave: grave el contagio y grave en el ensañamiento sádico contra la población. 

Con las medidas contra el Covid está ocurriendo lo mismo que en los Estados Unidos de los años 20-30 con la ley seca (1920-1933): al principio protestaban los que están de acuerdo con la abstinencia de alcohol, al final, protestan hasta los que no lo están. ¿Por qué, entonces, se mantiene la histeria? Por el miedo a la muerte y el miedo a morir. Sólo por eso. El pánico-coronavirus ha alcanzado tal magnitud que ha despertado, no sólo el miedo a la muerte, sino el miedo a morir, todo a un tiempo. Miedo a la muerte es el vértigo ante la nada. En efecto, el cristiano, que cree en la vida eterna, no debe tener miedo a la muerte porque sabe que es el principio de una vida mejor. Ahora bien, tanto el creyente como el ateo sienten el lógico miedo a morir: la separación temporal -o definitiva, para el materialista- de todo lo amado, la asfixia al menso temporal (todos los miedos del hombre son una consecuencia del miedo universal a no poder respirar).

Pues bien, el covid ha unido miedo a la muerte y miedo a morir, el dos por uno. No es de extrañar que seamos plastilina en manos de Satán para los creyentes, y del Nuevo Orden Mundial (NOM) para el ‘laico’ agnóstico.

Un coladero para tiranos con la excusa patriótica, respecto a un virus del que nada sabemos, frente a un enemigo que no es externo, sino interno… ojo, y con espíritu guerracivilista, siempre alerta ante el irresponsable e insolidario.  Es decir, todo aquel que pretenda ser libre.

Mientras tanto, apunten: quinta ola. Bueno, yo ya he perdido la cuenta, pero creo que es la quinta.

El Covid existe por supuesto y es preocupante, pero aún más preocupante es la histeria de pánico que ha generado y el torrente de mentiras que ha provocado. Empezando por su origen.