"Ha nacido el Rey del mundo, mientras que el mundo dormía. Mira si es grande, que siendo Dios, en un pesebre pobre nació", canta el grupo Raya Real en su clásico villancico. Y es que Jesús, tal y como narran los evangelistas Lucas y Mateo en la Biblia, no nació en un palacio ni rodeado de sirvientes, sino  en un pesebre "porque no había lugar para ellos en el mesón".

La Natividad ha sido un tema recurrente en el arte. En Roma, en la basílica de Santa María la Mayor había mosaicos con el nacimiento de Jesús. Y muchos siglos antes, en las catacumbas romanas, en concreto en la de Santa Priscila, se encontraron pinturas de la Virgen con el Niño y en la de San Sebastián había escenas de la Epifanía.

Pero el primer belén lo montó San Francisco de Asís durante la Navidad de 1223, hace ahora 800 años, en la ciudad de Greccio. San Francisco quería que la ciudad viera cómo nació Jesús: "las incomodidades a las que tuvo que enfrentarse debido a la carencia de cosas necesarias para un recién nacido, cómo tuvo que estar en un pesebre, tumbado en el heno, entre un buey y un asno".

Se cuenta que el italiano prestó especial atención que aparecieran el asno y el buey, basándose en el Libro de Isaías donde puede leerse: "El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende".

La iniciativa de San Francisco de Asís gustó y tuvo arraigo entre la población, extendiéndose la tradición por toda Italia. Algunos dicen que fue la propia orden franciscana y las clarisas los que propagaron la idea, que les servió para evangelizar. Otros afirman que se popularizó entre los nobles, hay teorías que aseguran que fueron las parroquias las primeras en decorar los templos con la representación de la Natividad en forma de belén. Hay voces que dan el mérito de la expansión a la esposa de Carlos III, María Amalia de Sajonia, que de verlo en casas italianas lo replicó a lo largo del mundo. En 1471 ya se contaba en Alcorcón con un taller de figuras, Lope de Vega presumía de tener un belén en su casa y san Cayetano de Thiene en 1534 creó un pesebre con figuras de madera. 

Aunque poco importa cómo se extendió por el mundo, ocho siglos después, seguimos poniendo el tradicional belén en casas, trabajos y parroquias para recordar que con el nacimiento de Jesús empieza la Navidad.