Lo cuenta Religión en Libertad. Las Iglesias cristianas que apoyan el lobby gay -nada que ver con los gays- se hunden. Es igual que lo que ocurrió durante el último tercio del siglo XIX: las iglesias, o las parroquias, o los obispados, que coquetearon con los progresismos se hundieron, se quedaron desiertas, sufrieron invierno demográfico. Lo mismo que sucede desde hace un cuarto de siglo con las órdenes religiosas progres acomodaticias, dulzonas en las reglas y en la exigencia y sin muchas obligaciones: desaparecieron por falta de vocaciones. Justo lo contrario que sucede con las órdenes rigurosas con la regla y exigentes en la entrega a Cristo y a la Iglesia: son las que cuentan con vocaciones, sean órdenes nuevas o antiguas… o antiguas remozadas.

Sí, hay que distinguir entre el pecado y el pecador: a los gays hay que respetarles y acogerles, pero la práctica de la homosexualidad atenta contra el cristianismo y contra la ley natural

Y volviendo a la homosexualidad, habrá que repetir lo ya apuntado en Hispanidad: una cosa es estar contra los actos homosexuales y otra estar contra los homosexuales. La teoría de San Agustín y la práctica de Francisco: odiar el pecado y amar al pecador.

A los católicos, en el catecismo vigente (año 1992, San Juan Pablo II), puntos 2357 a 2359, la Iglesia distingue entre el homosexual, al que hay que acoger con respeto y afecto, y los actos homosexuales, que son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en ningún caso porque atentan contra la ley natural. 

El feminismo no ha hecho otra cosa que fomentar el aborto y confundir servicio con sumisión: es anticristiano

Ahora bien, vivimos la época de la Blasfemia contra el Espíritu Santo. No me cansaré de repetir que hemos pasado de un siglo XX relativista a un siglo XXI blasfemo. Ejemplo: hemos pasado de la despenalización del aborto a “el aborto es un derecho”, el derecho a asesinar a tu propio hijo en tu propio seno: ¡cómo han cambiado los derechos humanos en Naciones Unidas desde que se ‘inventaron’ allá por 1948!

Por tanto, quien se oponga al aborto ya no es un discrepante, sino un delincuente. Por eso, la ONU trata de demonizar, estigmatizar y, sobre todo, convertir en delito, especialmente de odios a la Iglesia católica y toda su doctrina. Precisamente el cristianismo, la religión del amor, convertida en odio. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

Porque el aborto (y otros muchos elementos anticristianos) ya no constituyen algo anticuado sino, pura y llanamente, un delito perseguible. El cambio es sustancial y anuncia una persecución, ya no blanca, sino penal y esperemos que no sangrienta, contra los cristianos: o piensas como piensa el mundo o acabarás en prisión.

Conclusión: cuando la Iglesia coquetea con homosexualismo o feminismo se autodestruye

En España en concreto (Artículo 510 del código Penal) hasta cuatro años de cárcel. Porque si te atreves a expresar una opinión contraria a la del lobby gay o a las de los grupos feministas, estás odiando a los homosexuales o a la mujer.

Resumiendo: cristianismo y homosexualidad (actos homosexuales) son incompatibles. 

Igual contradicción existe entre cristianismo y feminismo, por más que algunas se empeñen en lo contrario, aunque cada vez son menos.

Sí, hay que distinguir entre el pecado y el pecador: a los gays hay que respetarles y acogerles, pero las prácticas homosexuales atentan contra el cristianismo y contra la ley natural.

Al tiempo, el feminismo no ha hecho otra cosa que fomentar el aborto y confundir servicio con sumisión: algo de lo más anticristiano.

De vez en cuando, procede aclarar lo que debería ser obvio.