La conferencia COP27 sobre el cambio climático, ese que conduce al desierto y a la extinción de la raza humana, se celebra en Egipto, que como todo el mundo sabe es un vergel. De este modo, se crea ambiente. 

Sólo un par de apuntes. Según los profetas del apocalipsis climático, el desastre del calentón global no tiene solución. Entonces, ¿para qué preocuparse?

Por otra parte, si el deterioro del planeta es tan inmenso como nos lo pintan, ni aunque todos volviéramos a la caverna podríamos compensar las consecuencias de los males que ya nos asolan. Otrosí: un milímetro de movimiento en la órbita terráquea hace inútiles todos los esfuerzos que puedan intentar varias generaciones seguidas. La COP27 está condenada al fracaso, aun cuando termine en acuerdo. Ningún acuerdo resultará suficiente.

Si el deterioro del planeta es tan grave como nos dice, ni aunque todos volvamos a la caverna podríamos compensar las consecuencias de un milímetro de variación en la órbita terráquea

Eso sí, esto del calentamiento global nos ha traído un calentamiento mental en forma de paranoia: nos parece que hace más calor y nos sentimos agobiados, demostración evidente de que estamos agobiados. Es como lo del paranoico que se siente perseguido por la policía y por ello, en cuanto se cruza con unos agentes, empieza a ponerse nervioso y a hacer cosas raras, hasta que los agentes empiezan a sospechar de él y le dan el alto: para él será la demostración fehaciente de que, en efecto, los agentes le persiguen.

Por cierto, si te atreves a dudar de que algo muy grave está pasando, de que Greta Thunberg tiene toda la razón, también hay respuesta: eres un negacionista, culpable, por tanto, de todo lo que está pasando.

Paranoia: nos parece que hace más calor y nos sentimos agobiados, demostración evidente de que el calentamiento global es cierto. A eso siempre le hemos llamado paranoia

Llegados a este punto y, dado que jugamos con elementos que nos desbordan, ¿no sería mejor dejar el problema en manos de la Providencia? A fin de cuentas, nuestros ingentes esfuerzos están condenados al fracaso. Ergo, mejor dejar el problema del planeta en manos de Dios. Él sabe más. Y una ventaja de esta salida es que viviríamos menos angustiados por nuestro futuro y el del planeta y un pelín menos amargados.

Si el inefable Antonio Guterres asegura que caminamos hacia el Infierno, a lo mejor conviene delegar en el gerente del Paraíso.