Más de 50 jefes de Estado y de Gobierno, más de 1.250 líderes empresariales, más de 200 responsables de ONG y más de 400 miembros de medios de comunicación del mundo se dan cita este lunes en la ciudad suiza de Davos para participar en el Foro Económico Mundial. La cumbre finalizará el miércoles por la mañana.

El título de la edición de este año, que se ha retrasado por el repunte de contagios Covid que hubo en enero, es “Historia en un Punto de Inflexión: Políticas Gubernamentales y Estrategias Empresariales”.

Hasta ahí, todo más o menos previsible. Lo que hace especial la edición de este año es que servirá como antesala de la cumbre Estocolmo+50, que se celebrará en la capital sueca entre el 2 y el 5 de junio. En ella, la ONU declarará la emergencia climática en todo el planeta, con todas las implicaciones que se puedan imaginar y que será el pistoletazo de salida a la instauración de la nueva religión universal en todo el orbe: la religión climática.

No es una conspiración sino algo mucho peor y más peligroso: se trata de un consenso y ¡ay de aquél que discrepe!

Naciones Unidas no lo oculta y prepara el terreno en la web oficial de la cumbre sueca, en la que habla de “las tres crisis planetarias que amenazan su futuro: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y la contaminación y los residuos, así como a otros males que están afectando la prosperidad y el bienestar de esta y de futuras generaciones”.

Y aquí viene la justificación de todo lo que vendrá después: “Un planeta contaminado pone en riesgo la salud de la humanidad, la prosperidad, la igualdad y la paz, como el mundo ha visto con demasiada claridad durante la pandemia de la Covid-19”.

¿Comprenden? El coronavirus ha preparado el terreno para emprender “un esfuerzo urgente y total para cambiar el curso de las cosas”, con el objetivo de luchar contra la emergencia climática, en palabras del secretario general de la ONU, António Guterres.

El origen de todo: Estocolmo 1972

Nada de esto es improvisado, como se pueden imaginar. La cumbre Estocolmo+50 conmemora 50 años de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (1972) que unió las Cumbres previas sobre Población, -que llevaban en sus declaraciones el germen de la eugenesia-, con el medioambiente, origen de la doctrina climática actual. La cumbre de Estocolmo de 1972 fue organizada por el masón Maurice Strong.

Dos nombres propios: Mijaíl Gorbachov y Gro Harlem Bruntland. El primero redactó la Carta de la Tierra -junto a Mayor Zaragoza, Leonardo Boff, entre otros- cuyo objetivo era sustituir los 10 mandamientos de la Ley de Dios por unos principios éticos universales. Esos principios se plasmaron, primero en la Agenda 21 y más tarde en los ODS de Naciones Unidas.

Bruntland, ex primera ministra noruega y abortista, coordinó la redacción del informe “Nuestro futuro común”, donde acuñó el término ‘sostenibilidad’ y que se ha convertido en referente del desarrollo sostenible.

Volvamos a la cumbre de este año. Los días 2 y 3 se celebrarán las sesiones públicas en las que se conmemorará la primera cita del 72. El sábado 4, sin embargo, los dirigentes mundiales se reunirán a puerta cerrada, tan cerrada que no ha trascendido ni el orden del día de la sesión. La cumbre concluirá el domingo 5, Día Mundial del Medioambiente que, miren por dónde, coincide con la fiesta de Pentecostés, una de las más significativas del calendario católico. Y qué casualidad, el lema medioambiental de este año es "Una sola Tierra".

Estocolmo+50 no será una cumbre cualquiera y solo falta conocer las medidas concretas que surgirán de ella. Tengan por seguro que serán medidas anticatólicas.