Las guerras no han terminado, pese a la pandemia y a que casi no salgan en los medios de comunicación
Desde hace meses surgió el coronavirus, se convirtió en pandemia asolando a todo el mundo, y ahora protagoniza una segunda ola, acumulando ya más de 41 millones de contagiados, más de 28 millones de curados y más de 1 millón de muertos. Sin embargo, no ha frenado las guerras, agravando las necesidades de ayuda humanitaria en los países que las sufren, y de hecho, ha aparecido algún nuevo conflicto.
Las guerras de Siria y de Yemen no han terminado y duran ya nueve y cinco años, respectivamente, a pesar de que no se hable casi de ellas en los medios de comunicación. A estas se ha sumado ahora el conflicto en Nagorno Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán.
Las guerras de Siria y de Yemen han causado ya, tristemente, casi medio millón de muertos y más de 14,6 millones de desplazados
En concreto, la guerra de Siria empezó en marzo de 2011 y desde entonces acumula ya más de 384.000 muertos y más de 11 millones de desplazados (tanto las personas que han huido cruzando las fronteras como las que han buscado refugio en otras zonas del país). Por su parte, la guerra de Yemen comenzó en marzo de 2015 y ya ha causado más de 100.000 muertos y más de 3,6 millones de desplazados. Entre los dos países, suman ya, tristemente, casi medio millón de muertos y más de 14,6 millones de desplazados.
La guerra de Siria ha dejado ya millones de víctimas, entre ellas, una niña llamada Marwa, que desde 2012 vive con su familia en el campo de refugiados de Zaatari (Jordania) desde que huyeron de su país. Su historia se narra en el documental Marwa, pequeña y valiente, obra de la directora jordana Dina Naser, y que la semana pasada se proyectó en el Teatro Albéitar, como informó Ileón. En la cinta se ve como Marwa es un espíritu alegre y abierto, afronta nuevos retos y se ha adaptado a la vida en el campo de refugiados, donde tiene amigos y va a la escuela, porque la vida sigue, y pese a que surgen problemas (su hermano es interrogado por las autoridades por su posible relación con militantes extremistas) y las condiciones del campo son duras, da un testimonio de esperanza.
Pese a que surgen problemas y las condiciones del campo de refugiados son duras, una niña Siria llamada Marwa da un testimonio de esperanza en un documental
En Yemen, la ONU estima que se está produciendo la peor crisis humanitaria del mundo y ha advertido que ha tenido que recortar un tercio de sus programas por falta de fondos. Y es que 24 millones de los 30 millones de habitantes de este país de Oriente Medio necesitan algún tipo de ayuda, 20 millones padecen hambre y la desnutrición infantil es muy elevada, y por si esto no fuera suficiente, se suman las epidemias de cólera y difteria, y la pandemia del coronavirus. Un cóctel explosivo en un país donde falta agua potable, asistencia sanitaria, hospitales, escuelas,…
El conflicto de Nagorno Karabaj, que ha resurgido recientemente, aunque su historia se remonta hace años, también ha empezado a perjudicar a la población: más de 20.000 desplazados, así como daños en viviendas e infraestructuras clave (hospitales, escuelas, carreteras, redes eléctricas y de comunicaciones). Aldeas Infantiles SOS ha lanzado un programa de emergencia en Armenia para atender a 3.000 niños y familias desplazadas, dándoles refugio, protección y ayuda humanitaria. Un programa que incluye: alimentos, artículos de higiene, ropa, medicinas, agua potable, asistencia sanitaria y atención psicológica. Esta ONG lleva décadas presente, tanto en Armenia como en Azerbaiyán, donde ya atendía a 5.332 niños y a 825 familias.
Tres conflictos que no han frenado con el coronavirus y las consecuencias, como siempre, las sufren los más débiles, entre ellos, los niños. Aunque prácticamente no tengan sitio en los medios, que están muy ocupados con los rebrotes de la pandemia y los políticos, no significa que no existan y los que los sufren necesitan ayuda humanitaria para no agravar aún más su situación. Occidente está centrado en hacer frente a la emergencia sanitaria dentro de sus fronteras, pero no debe dejar de lado a los más países que sufren guerras ni a los más desfavorecidos, porque tienen sistemas sanitarios precarios o casi inexistentes, falta de personal y de material sanitario, condiciones de higiene o salubridad inadecuadas, y falta de recursos.
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