La semana pasada, la Administración Biden recibió dos duros reveses judiciales. Por un lado, el Tribunal Supremo ponía fin a la discriminación positiva en el acceso a las universidades americanas y, en otra decisión, declaraba la ilegalidad del proyecto de Biden de adoptar una quita de parte de las deudas estudiantiles por préstamos universitarios, con notable impacto para las arcas públicas, sin la autorización del Congreso.

El primer fallo constituye una de las decisiones judiciales de mayor calado, dado que supondrá uno de los cambios sociales más relevantes en las próximas décadas. Así, los centros universitarios ya no podrán basarse en criterios de raza, para favorecer a determinadas minorías raciales, sino que deberán tener en cuenta los méritos académicos del alumnado, a la hora de decidir la admisión.

Rápidamente, Biden y los demócratas cargaron contra el Alto Tribunal. La congresista demócrata por Nueva York Alexandria Ocasio Cortez negó la legitimidad de la corte y, en unas declaraciones, que suponen una flagrante violación de la independencia judicial y la separación de poderes, llegó a afirmar que llamarían a declarar a sede parlamentaria al presidente del Tribunal, John Roberts, esgrimiendo que:“Si el presidente del Tribunal Supremo John Roberts no se presenta voluntariamente ante el Congreso para una investigación, creo que deberíamos considerar citaciones, deberíamos considerar investigaciones, deberíamos aprobar pautas de ética mucho más vinculantes y estrictas”. No contenta con eso, aseguró que “los magistrados están destruyendo la legitimidad del Tribunal Supremo”.

Unas afirmaciones que refrendó el presidente Joe Biden, quien señaló: "Espero que los jueces de la Corte Suprema se den cuenta de que se está cuestionando su legitimidad".

Por su parte, en el flanco republicano, el apoyo a la decisión fue inmediato. Es un gran día para América, volveremos a basarnos en el mérito, y así es como debería ser”, valoró el expresidente Trump. “El tiempo de la discriminación positiva ha terminado, es el reconocimiento de un increíble progreso”, afirmó el exvicepresidente Mike Pence.

A pesar de la campaña emprendida por la progresía mediática, lo cierto es que el presidente Biden y la tropa demócrata han ignorado deliberadamente el sentir del pueblo estadounidense, que apoya mayoritariamente la decisión del Tribunal Supremo.

Así, según un sondeo de ABC News, más de la mitad de los americanos, un 52%, apoya la decisión de la máxima instancia judicial del país, y considera que el acceso a la universidad debe basarse en méritos académicos y no en la raza, por apenas un 32% de la población que se opone al fallo.

Un apoyo que es compartido por la mayoría de los grupos raciales del país, destacando que un 60% de los blancos y un 58% de los asiáticos está a favor. Entre los hispanos, existe un empate a la hora de valorar la decisión, con un 40% que está a favor por un 40% que la rechaza. El único grupo que rechaza el fallo son los afroamericanos, el principal granero de votos de la formación demócrata, donde solo un 25% está a favor de la sentencia.

Y según la misma encuesta, también es mayoritario el apoyo a la resolución de tumbar el plan de Biden para la quita parcial de las deudas de préstamos estudiantiles, con un 45% que está a favor por un 40% en contra.