Desde su llegada a la Casa Blanca, Joe Biden ha reafirmado su posición de campeón del aborto, que ha venido manteniendo durante gran parte de su carrera política. Una de sus primeras decisiones como presidente fue la rescisión de la denominada Política de la Ciudad de México, una normativa incoada durante la presidencia de Ronald Reagan, que prohíbe destinar dinero público a ONG’s que perpetran abortos o que abogan por la legalización y expansión del acceso al mismo. Con posterioridad, Biden retiró a su país del Consenso de Ginebra de 2020, que se rubricó por el gobierno de Donald Trump junto con 33 países más, y que tenía por objetivo impedir la promoción del aborto a nivel mundial.

Podrían pensar que esta posición es perfectamente esperable dado que Biden forma parte del cada día más abortista Partido Demócrata. Y es cierto. Pero lo que verdaderamente diferencia a Biden de sus predecesores demócratas en el cargo es cómo aúna ese entusiasmo a favor del aborto con un exhibicionismo público de su supuesta fe católica. La cuestión no es baladí, Biden es el segundo presidente católico de la historia de EEUU después de JFK, y siempre ha buscado que los medios de comunicación retraten su condición de católico practicante, fotografiándole asistiendo a la eucaristía, rezando, etc.

Los que rechazan las enseñanzas de la Iglesia acerca de la santidad de la vida humana y no buscan vivir de acuerdo con esas enseñanzas no deberían recibir la Eucaristía

La incoherencia palmaria de Biden ha reabierto entre los obispos estadounidenses el clásico debate acerca de si debe permitirse la comunión de los políticos católicos que apoyen el aborto. Así, la Conferencia Episcopal de EEUU debatirá la cuestión en su próximo encuentro en este mes de junio.

La iniciativa ha corrido a cargo del arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, José Horacio Gómez, y del arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone. Este último, en una carta pastoral del pasado mes de mayo, recordó que “aquellos que rechazan las enseñanzas de la Iglesia acerca de la santidad de la vida humana y no buscan vivir de acuerdo con esas enseñanzas, no deberían recibir la eucaristía”. Por el lado contrario, el sector progresista se encuentra dirigido por los arzobispos de Chicago y Washington, Blase Cupich y Wilton Daniel Gregory, y por el obispo de San Diego, Robert McElroy. Este último ha llegado a acusar a los prelados fieles a la doctrina católica señalando que “la Eucaristía está siendo desplegada como herramienta de guerra política”.  Es curioso que estos progresistas prelados acusen de politización a sus compañeros fieles a la ortodoxia, cuando fue precisamente el cardenal Gregory, de Washington, el primer cardenal afroamericano de la historia de la Iglesia católica de EEUU, quien durante toda la presidencia de Trump se manifestó como un acérrimo antitrumpista y profirió todo tipo de descalificaciones contra un presidente que fue el mayor defensor de los valores cristianos que ha existido en la Casa Blanca en la historia reciente. Sin embargo, ahora celebra que Biden comulgue, ¡Viva la coherencia, monseñor!

La actitud del Vaticano no ayuda a los obispos norteamericanos que se han atrevido a enfrentarse al todopoderoso Biden

La Santa Sede ha mostrado una posición de poca claridad acerca del debate. El pasado día 7 de mayo, el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el jesuita español Luis Francisco Ladaria Ferrer, S.J., dirigió una carta al arzobispo José Horacio Gómez, proponente del debate “urgiendo a los obispos estadounidenses a que debatieran prudentemente y minimizaran las divisiones antes de proceder con cualquier acción relativa a la eucaristía y la comunión”.

La insulsa carta de la máxima autoridad doctrinal de la Santa Sede no parece augurar que el Vaticano vaya a echar un capote a los obispos estadounidenses defensores de la doctrina católica.

Pero no solo en el ámbito eucarístico está causando estupor la incoherencia de Biden, también en el académico. La Universidad de Notre Dame, una de las facultades católicas más relevantes de EEUU, pero no precisamente caracterizada por su defensa de la ortodoxia católica, ha mantenido la tradición de invitar a los presidentes estadounidenses a los actos de inauguración del curso académico, aunque los mismos defendieran posiciones abiertamente contrarias a los valores no negociables. Ya en 2009, Notre Dame generó escándalo entre los católicos estadounidenses al honrar al presidente Barack Obama, a pesar de su entusiasta promoción del sectarismo progresista. Sin embargo, la invitación de Notre Dame al ahora presidente Biden se ha encontrado con una oposición inesperada, que ha sido la de los propios alumnos de la universidad.

Los estudiantes de Notre Dame setencian: “Biden rechaza las enseñanzas de la Iglesia con respecto al aborto, el matrimonio, el sexo y el género”

Así, más de 4.400 dirigieron una carta al presidente del centro universitario, John Jenkins, exigiéndole que no invitara a Biden al acto de inauguración porque en palabras de los estudiantes “Biden rechaza las enseñanzas de la Iglesia con respecto al aborto, el matrimonio, el sexo y el género”. Aunque Biden había declinado la invitación alegando supuestos problemas de agenda, sorprende cómo han sido los propios estudiantes católicos de la universidad los que han tenido que recordar a las progresistas autoridades académicas de Notre Dame, el sentido de la coherencia en la vida de fe.

Envalentonado por la división y el apoyo implícito de los obispos progresistas, Biden se permite incluso provocar a la Santa Sede, exhibiendo la bandera LGTBI en su Embajada en el Vaticano. Veremos cuál será la respuesta de Roma ante este nuevo desafío… si es que la hay.