Por 310 votos a favor y 33 en contra, el Congreso ha aprobado la creación de una subcomisión sobre discursos de odio que, al igual que los delitos de odio y como prolongación de estos, trata de encarcelar o ilegalizar la discrepante. Ojo, democráticamente, como un buen Estado de Derecho, promulgando una ley... sólo que se trata de una ley injusta. 

Sólo los diputados de Vox se opusieron y eso les honra. Mientras nuestra progresía de derecha, el Partido Popular, votó a favor, coincidiendo así con el PSOE Se repite la escena de 2004, cuando el PP, y todo el Congreso votó a favor de la ley contra la violencia de género, que veinte años después, ha degenerado en una marginación del varón, presunto delincuente por el hecho de serlo y la canonización de la mujer, santa por el hecho de haber nacido mujer. 

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Por no hablar de consecuencias ulteriores, como las rupturas familiares y la normalización de muchas conductas dolosas de desaprensivas que se han cansado de sus esposos y que pretenden hacerles el mayor daño posible.

Desde entonces, 2004, el PP no puede salirse de una rueda maldita y mentirosa para no desdecirse.

Lo mismo ocurrió con los delitos de odio, y ahora lo mismo sucederá con ese complemento que es el discurso de odio : no se podrá decir nada políticamente incorrecto, por ejemplo en clave cristiana, porque alguien te podría acusar, aunque estés recitando el Padrenuestro, de que estás incitando al odio sobre alguien o despreciando a algo. Recuerden que los delitos de odio están penados, según el artículo 510 del Código Penal, con hasta cuatro años de cárcel. 

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Y es que la progresía, es decir, lo que llamamos el Nuevo Orden Mundial (NOM), que no es otra cosa que lo políticamente correcto, se ha vuelto de lo más amoroso y ahora lucha contra el nefando odio, que ha dejado de ser pecado para pasar a ser delito. 

Sí, la progresía se dedica ahora a perseguir a los odiadores, esto es, a todo aquel que discrepa del canon establecido, de todo lo políticamente incorrecto. Por ejemplo, todo lo que huela a cristiano. 

Y esto es bello e instructivo porque resulta que de las tres cuestiones que, al parecer dan lugar al odio (por razón de sexo, de raza, o de religión) resulta que son escasas las condenas por razón de religión y cuando se dan suelen ser por islamofobia, no por cristianofobia.... siendo precisamente los católicos los más acusados de odio. 

Ahora llegan los discursos de odio que, insisto, al igual que sus hermanos mayores. los delitos pecaminosos, no consisten en otra cosa que en censurar al discrepante, especialmente si el discrepante es católico. Gente con unas ideas de lo más anticuadas, xenófobas, homófobas y siempre machistas.  

Por lo demás, resulta innecesario regular los discurso de odio: el 510 del Código Penal ya abarca el discurso como delito

Y saben: delito de odio igual a censura, según la hipocresía al uso en nuestra izquierda y según la cobardía habitual en nuestra derecha pepera. Feijóo votó a favor.