En la noche del miércoles, ese ideólogo funámbulo -buen funambulista, incoherente ideólogo- que es Vicente Vallés, gracias a su excelente dominio del lenguaje televisivo, consiguió explicar la patética situación en que Moncloa ha quedado tras el regalo envenenado de Arnaldo Otegui, el exterrorista de doble lenguaje.

Antena 3 TV contrastó los dos discursos del líder batasuno (perdón, Bildu) por la mañana y por la tarde, del mismo martes 19. Por la mañana, ante los medios, ‘urbi et orbi’, Otegui pidió perdón -de aquella manera- a las víctimas de ETA, mientras Patxi López y otros socialistas vascos, y no vascos, dominados por el síndrome de Estocolmo -actitud un tanto cobarde- suspiraban por el cambio sobrevenido en el entorno etarra.

El cabreo nacional, así como el del PNV y el de ERC fuerza a Sanchez a rectificar: no puede liberar presos a cambio de votos

Por la tarde, el mismo Otegui, ya reunido con los suyos, en familia, aseguraba que se trataba de sacar a los etarras de las cárceles (hay 200 en ellas) y que, a cambio de tan benéfico objetivo, estaba dispuesto a aprobar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2022. Porque si viene la ultraderecha, augura Otegui, que para él son el PP y Vox, no liberamos a esos presos hasta que cumplan condena.

En definitiva, presos a la calle a cambio de cinco votos de los cinco diputados de Bildu.

Moncloa tuvo un día para reflexionar sobre su pronto apoyo a Otegui. Esto es, para caer en la imbecilidad que habían hecho. De inmediato, Sánchez se convence de que debe aprobar los PGE sin los cinco devotos de Bildu, entre otras cosas porque necesita los votos del PNV, que son seis. También los de ERC, que son 13 y estos resultan aún más imprescindibles.

El PNV, ante su incoherencia: si Bildu renuncia a la violencia, ¿en qué se diferencia de ellos?

¿Y por qué el PNV ha reaccionado con mas virulencia que nadie contra Bildu? Sencillo: el PNV se sitúa ante su propia incoherencia. Si Bildu renuncia a la violencia, ¿en qué se diferencia de ellos? En nada, ambos buscan lo mismo, una imposible independencia de Euskadi y, como la saben imposible, mantener su cuota de poder en Vascongadas y chantajear a la España a la que odian en el Congreso, jugar a ser un país dentro de la unión Europea federal. Lo de la independencia de hecho ha quedado atrás, perdida en el bosque de los imposibles y las frustraciones.

En resumen, Sánchez cayó en la trampa de Otegui y ahora intenta aprobar los Presupuestos sin los votos de Bildu.

Eso sí, ni valora la otra opción: la de romper el Gobierno de coalición con Podemos y volver a la “normalidad”. Esto es como lo del Covid: lo hemos hecho tan mal y Moncloa ha sembrado tanto miedo entre los españoles que ahora, con el asunto ETA, no podemos volver a la normalidad, sino a una ‘nueva normalidad’ que de nueva tiene mucho y de normal, poco.

Sánchez medita: los terroristas arrebatan las vidas de otros pero los nacionalismos moderados pueden quitarle algo mucho más valioso para don Pedro: su inquilinato en Moncloa

Es así como Iván Redondo continúa ganando batallas después de muerto… mientras España las pierde. Redondo fue, no sólo quien pactó con Podemos, sino quien convenció a Sánchez de que tenía que meter a los comunistas en el Gobierno de España, algo que el PSOE jamás había hecho desde septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra Civil.

Y así nos ha ido. Ahora, también Sánchez es víctima del Síndrome de Estocolmo respecto a los podemitas, como el PNV lo es respecto a ETA-Bildu. Y recuerden: cuando a una comunista le otorgas poder nunca lo abandona: hay que echarlo a la fuerza. Como a Podemos.

En cualquier caso, la reacción del PSOE ante la puesta en escena de Otegui ha generado un cabreo nacional de grandes magnitudes, así como el enfado del PNV, protagonizado por su bravucón bilbaíno, Aitor Esteban, quien ya tenía prevista la estrategia de Otegui: es un tipo listo.

Por su parte, Sánchez tiene que rectificar, aunque le queda poco espacio: ¿darle todo lo que pide a PNV y ERC? Pues cuidado, porque políticamente, los nacionalismos presuntamente moderados pueden ser más peligrosos que un grupo terrorista, al menos para Sánchez. Los terroristas arrebatan las vidas de otros pero los nacionalismos moderados pueden quitarle algo mucho más valioso para don Pedro: su inquilinato en Moncloa.