El jesuita español Baltasar Gracián -no, no es santo, sólo sabio- escribió una obra, de las consideradas menores, pero deliciosa y pertinente. Debería ser regalada a los 350 congresistas españoles, alguno de los cuales, en contra de lo que manifiestan lenguas fascistas, es aficionado a la lectura.

Gracián escribió El Arte de la Prudencia, que, con singular acierto, los franceses rebautizaron como El Cortesano

Sorprende Gracián el jesuita con una alabanza al hombre de la Corte, en particular, al protocolo y la etiqueta que practica. Para ello, trenza la historia de una corneja que critica la ostentación de un pavo real, que exhibe su vistoso plumaje para admiración de todos. Les ahorro la lectura completa: la corneja solivianta a otros animales envidiosos que atacan al pavo real para destruir su belleza, pavo que al final debe ser salvado por... mejor no les cuento el final.

Ejemplo: Gabriel Rufián cuando compara al rey Juan Carlos con el narcotraficante asesino Pablo Escobar

Estoy seguro que Pedro Sánchez -todo un pavo real-, así como la sonrisa sincera de Yolandísima chulísima, o la lengua bífido-viperina de Gabriel Rufián..., como su mismo nombre indica, apoyarían a la corneja y justificarían su acción violenta como la lucha contra la soberbia del poderoso pavo que escarnece a la vulnerable corneja y al resto de los animales resentidos con su mera ostentación. 

Es decir que, en nombre de la lucha contra el primer pecado capital, la soberbia, se incurre en el sexto pecado capital, la envidia. Ortega y Gasset decía que el pecado del español es la soberbia. No lo dudo, pero eso no es decir nada, porque el orgullo es el pecado de todos los pecados, el pecado de todos los pueblos, no sólo del español. Lo característico de nuestra España es más bien la envidia, la envidia de la corneja.

En cualquier caso, para nuestra sorpresa, Gracián se inclina por el ostentoso. Pone en pico del pavo, respuesta a las acusaciones rufianescas de soberbia. O sea, reparen en lo que el pavo de Gracián responde a la corneja socio-podemita: "¿Qué aprovecha ser una cosa relevante en sí, si no lo parece? Si el sol no amaneciera haciendo lucidísimo alarde de sus rayos; si la rosa, entre las flores, se estuviera siempre encarcelada en su capullo y no desplegara aquella fragante rueda de rosicleres… El mismo hacedor de todo lo criado, lo primero a que atendió fue al alarde de todas las cosas, pues creó luego la luz, y con ella el lucimiento. Pues la luz ostenta todo lo demás, el mismo Criador quiso sustentarla a ella. De esta suerte, tan presto es lucir en las cosas como el ser, tan válida está con el primero y sumo gusto la ostentación".

Insisto: lo peor de los ataques contra Juan Carlos I por parte de socialistas, comunistas e indepes es que el envidioso justifica sus ataques a la excelencia en nombre de la humildad.

"Tan presto es lucir en las cosas como el ser". El viaje de Juan Carlos I a España ha servido para que quede "clara la actitud de muchos corazones"... envidiosos

Ejemplo: Gabriel Rufián cuando compara al rey Juan Carlos con el narcotraficante asesino Pablo Escobar. Sí al Rey de España, que eso es lo que le duele, con un homicida narcotraficante. Pura envidia disfrazada de defensa ante la ostentación del que le supera por todos lados. Como la corneja de Gracián. Al igual que en la fábula de Gracián, Sánchez, Yolandísima o Rufián odian la etiqueta y el protocolo... salvo su propia etiqueta de neo-importantes, claro está, porque lo que de verdad no pueden sufrir es la excelencia. Y con todos sus defectos, insisto en que Juan Carlos I, el hombre que permitió la introducción del aborto en España, no es santo de mi devoción, resulta que Juan Carlos I es más excelente que ellos.

Lo más importante, los resentidos de la izquierda progre española tratan de justificar su envidia a todo lo que brille calificándole de ensoberbecido y prepotente, así como de laminador de 'derechos'. Pero es cochina envidia cornejeril, solo eso. 

Y todo esto es bello e instructivo, dado que el primer viaje de Juan Carlos I a España ha servido como "bandera discutida", para que quede "clara la actitud de muchos corazones"... envidiosos.