Cuentan los cronistas que Javier Milei, nuevo presidente de la Argentina, no ha puesto un belén en La Casa Rosada. De hecho no se sabe cuál es el credo de Milei y algunos dicen que acabará convertido al hebraísmo.

El loco Milei no es un ultra, es un liberal. Como ya no cuela que por católico sea ultra -porque no es católico- ahora resulta que Milei es... ultraliberal... que es algo parecido a aquello de llamar neo-liberal, que no es más que... liberal a secas, pero suena muchísimo peor. Lo de neo, por lo menos, resulta neo... fascista.

Ahora bien, Milei no es más que un liberal que quiere reducir el papel opresivo del Estado y acabar con una economía subvencionada como la argentina (la española empieza a parecerse a ella) que no hace otra cosa que alimentar a los vagos. Y eso está bien, aún más, requetebién. 

Sin embargo, el problema no es que Milei se quiera hacer judío sino que se crea su papel de mesías. El liberalismo es una doctrina económica, es muy importante, pero no puede ser un credo religioso. Precisamente eso es lo que nunca debe ser.

Y otro algo que no debe olvidar Milei es que liberalismo y capitalismo son dos cosas distintas. El liberal cree en la propiedad privada, el capitalismo cree en la empresa privada y en los mercados privados. ¿Es lo mismo? No, pregúntenle a un carterista, que puede ser una gran defensor de los mercados privados pero no de la propiedad privada. 

Si no cae en esos dos errores, Milei, tendrá toda la razón en su intento de poner patas arriba la Argentina. Es lo que tiene que hacer.

Insisto: el liberalismo es la mejor doctrina económica pero no puede convertirse en un credo religioso. De hecho, en eso es en lo que nunca debe convertirse. Y si lo hace, sepan que el liberalismo económico encaja en la cosmovisión cristiana, mientras el liberalismo filosófico no encaja ni con forceps.