La nueva Ley de Amnistía pactada ya entre Puigdemont y Sánchez, la Puchi-Pedro, reelabora la semántica, lo cual, no me lo negarán, supone otros de sus grandes logros lingüísticos. Por ejemplo, el terrorismo callejero ya no será terrorismo, porque no había intención de matar. En tal caso de mutilar y vandalizar pero no de matar y porque no hubo tortura. En efecto, ningún gamberro indepe logró torturar a ningún policía, entre otras cosas porque los policías eran tan fascistas que no se dejaban.

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En cualquier caso el PSOE, como en los delitos de ido, ya no juzga los hechos sino las intenciones. Un gran avance jurídico, sin duda. 

Al mismo tiempo, el delito de malversación se reduce a aquella que conlleva lucro personal. Si has metido la mano en la caja eres culpable pero si lo has hecho a mayor gloria de tu partido entonces eras un buen hombre que trataba de enaltecer lo público (recuerden que lo público es bueno y lo privado es muy malo). 

Esto recuerda el engaño de Filesa, aquel caso de corrupción socialista que creó escuela: a partir de él, todo corrupto se justificaba diciendo que no era dinero para él sino par el PSOE, para el partido.

Eso está muy bien, sobre todo para quien olvida que un político no lucha por el dinero sino por el poder... que le proporciona el partido. Porque, queridos míos, cuando mi partido tiene poder yo tengo dinero. El sueldo de Pedro Sánchez tiene poca importancia comparado con el nivel de confort y de seguridad que le proporciona el cargo. 

Al estilo indepe: hemos inventado el terrorismo intencional y la malversación personal... y el PSOE traga. 

En cualquier caso, Puigdemont no tenía intención de matar a nadie. Si hubo heridos graves y algún muertos fue un efecto colateral: Puchi tampoco quería forrarse: le bastaba con el confort que le proporciona que su partido, hoy Junts, se forre con dinero público.