Este es el momento, y no otro, de lanzar un aviso para banqueros navegantes: ni accionistas ni bonistas cobrarán un euro en caso de quiebra bancaria. Los depositantes, que también han elegido su banco entre muchas posibilidades, tendrán derecho a que se les devuelva todo su dinero depositado, al menos en un futuro, empezando por los 100.000 euros por cuenta corriente. El Estado no pondrá un duro para reflotar la banca. Todo correcto. Ahora bien…

¿Por qué no se paralizó esta medida en la crisis bancaria -crisis de especulación, ojo, no como la de ahora, que es crisis de deuda- en 2008? Pues porque los fondos de garantía de depósitos, es decir, el dinero que la banca sana dedica, en concepto de seguro, para cubrir las pérdidas de los bancos caídos, no estaba aún dotado. Vamos, que era un porquería de dinero para la tormenta que se afrontaba.

En Bruselas y en Fráncfort hablaron de empezar a dotar el seguro, el Fondo de Garantía paneuropeo, con una aportación de 50.000 millones de euros, en calidad de anticipo, que luego irían cubriendo los bancos privados con sus aportaciones, pero aquello quedó en nada y la aportación sigue siendo mayoritariamente nacional y con cuentagotas.

Encima, doña Elke König intentó utilizar un banco español -gobierno débil y tonto de Mariano Rajoy- como ejemplo de liquidación bancaria por crisis a coste cero para el erario público y regalándoselo al Santander, para no herir sentimientos nacionales... y lo hizo de forma injusta, obligando a quebrar a un banco (el Popular) que no estaba quebrado. El fracaso de König, que no pagará por su injusta bestialidad, ha retrasado por un par de lustros el acuerdo europeo ante crisis bancarias.

En cualquier caso, que pague el accionista y el bonista, no el depositante y sin cargo al erario público. De acuerdo, es el momento de hacerlo y de acelerar el Fondo de garantía de Depósitos paneuropeo.

Ahora bien, que este noble empeño no nos confunda: no vivimos ninguna crisis bancaria por mucho que se haya derrumbado el Credit Suisse, que ya llevaba una década agonizante. No estamos ante una crisis bancaria, estamos ante una crisis de deuda provocada, por el absurdo de los tipos de interés en negativo y por la ‘compra sin mirar’ de deuda pública y corporativa por parte de los bancos centrales.