- Y se ha imposibilitado para concluir y hasta para argumentar.
- Ejemplo, el libro sagrado: la Biblia no dice nada, quien dice es la Iglesia que la interpreta.
- Y así, el cristianismo está siendo sometido a un juicio sumarísimo y falso: demostrar empíricamente todo lo que dice.
- Ojo, el problema no es el método científico, un método de pensamiento tan cálido como cualquier otro.
- El problema es que se confunde lo científico con lo empírico y se destierra la deducción por la inducción.
- Y empíricamente, apenas podemos demostrar nada, ni saber nada. Ni el 0,1% de nuestras posibilidades de conocimiento.
Tomemos el ejemplo de la
Biblia. Una cosa es lo que la Biblia dice y otra lo que quiere decir. Claro,
objeta el racionalista, entonces todo es cuestión de interpretación y una interpretación vale tanto como la de al lado.
Pues no. Todo es cuestión de interpretación… como cualquier libro o cualquier doctrina. Un libro no dice nada: puedes poner la Biblia encima de la mesa que no dirá nada.
Puedes ofrecérsela a un robot que la leerá con mucha atención, más que el hombre, pero que no concluirá otra cosa que aquello que un hombre le haya introducido antes al robot.
Y todo esto
sólo significa que la interpretación es subjetiva, pero no por ello menos lógica ni menos certera (o lo contrario). Sólo el frivolón
relativismo actual y, sobre todo, el orgullo actual, puede llevar a pensar que mi interpretación vale lo mismo que la del
Magisterio de la Iglesia o, en cualquier otro ámbito, la del especialista en la materia.
Ejemplo:
el Génesis dice que Dios creó el mundo en siete días (en seis porque al séptimo descansó). El modernista objeta: no se creó en siete días porque
las capas tectónicas demuestran… Y tiene razón, pero su objeción es una 'chuminá'. Lo que al autor inspirado quiere decir en el Génesis es que
Dios creó las cosas de la nada y las creó en el tiempo, que con la llegada del espacio nació el tiempo. No antes, porque
antes no existía ningún antes ni ningún después.
Por lo mismo, el orden de creación del texto del Génesis así lo demuestra, el autor quería decir que creó los astros y la naturaleza entera para servicio del hombre,
no para que el hombre estuviera a su servicio (este es un mensaje para los pelmitas del
calentamiento global: no se preocupen, el calentamiento llegará más rápido de lo que ustedes creen y por razones ajenas al hombre). El hombre siempre por delante, de ahí lo de "
henchid la tierra y sometedla".
Cuando recrea la naturaleza, el autor sagrado pretende indicar el origen divino de toda fecundidad. Por último,
cuando Dios crea de la nada su obra más perfecta, el hombre, el hagiógrafo quiere significar que el Hombre, de ahí su dignidad, fue creado "a imagen y semejanza de Dios".
Sólo una mentalidad tan superficial e imbuida del pensamiento moderno y su carácter inductivo (y ya saben que el pensamiento inductivo no es pensamiento en modo alguno)
puede entenderse en la literalidad de la Biblia. Algo que, por cierto, no se hace con ningún otro libro y algo que, por cierto, no ha hecho ningún hereje hasta la llegada del modernismo,
que no es una herejía sino el conjunto de todas las herejías.
Ejemplo: la herejía luterana, probablemente la que más haya herido a la Iglesia (hasta la irrupción del modernismo)
no consiste en negar la Biblia porque no es posible una creación tan acelerada como la que plantea el Génesis. No,
lo que criticaba Lutero no era el sentido literal de la Biblia, cogiéndola en su sentido literal, sino negando la autoridad interpretativa del Magisterio, que es distinto. Lutero creía que la interpretación correcta, y
sobre todo la metodología acertada era la suya.
Se lo aseguro, lector:
esta explicación no hubiera sido necesaria a un bachiller de hace 70 años. Hoy es necesaria hasta para muchos catedráticos de universidad. Y es que con el declive actual del cristianismo comenzó, también,
el declive de la cultura cristiana, o sea, de la cultura occidental.
Si lo prefieren a lo chestertoniano: la modernidad no es más que un conjunto de
viejas ideas cristianas que se han vuelto locas. No exactamente las ideas, más bien sus portavoces.
Resumiendo:
la Biblia no dice nada: quien dice es la Iglesia. Por las mismas, el cristianismo actual está siendo sometido a un juicio sumarísimo y falso:
demostrar empíricamente todo lo que dice.
Y el problema no es el método científico, un método de pensamiento tan cálido como cualquier otro. El problema es que se confunde lo científico con lo empírico y se destierra la deducción por la inducción. Muy interesante, salvo por el hecho de que el
pensamiento inductivo no es pensamiento en modo alguno.
Y empíricamente, apenas podemos demostrar nada, ni tan siquiera saber nada.
Ojo, este no es un problema de exégesis bíblica ni tan siquiera del conjunto de la Iglesia:
es un problema del conjunto de la humanidad, que ha reducido el conocimiento a una mínima parte: a aquello que se puede demostrar en un tubo de ensayo. Así, el universo espiritual, todo entero, queda fuera de circulación por inaprensible, desde la psicología a la teología, con todos los estados intermedios. O sólo eso, las humanidades se convierten en un sinsentido y hasta las matemáticas, por abstractas, y la física, por las enormes magnitudes que analiza,
tan indemostrables como la filosofía, quedarían fuera de nuestras posibilidades y de nuestras fronteras del conocimiento.
Nadie ha mutilado el pensamiento del hombre del siglo XXI: el que se ha automutilado es el pensador, el sujeto agente, el hombre del siglo XXI.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com