Fernando Simón es un tipo sin complejos. Otro cualquiera, tras sus continuas -porque no son ocasionales, son permanentes- meteduras de pata con el coronavirus, no se habría marchado a casa: simplemente se hubiera escondido en una ignota aldea del Alto Aragón.

Pero él no: podría ser el portavoz del viejo dicho de que “el 90% de las estadísticas son falsas. Ésta, también”.

Ya caía la noche del lunes cuando Simón atacó de nuevo: en vísperas de las famosas vacunas. El mensaje antinavideño (al chico le fastidia que la gente se divierta) de Simón es el siguiente: Todo puede fallar incluso la vacuna, pero nosotros no tenemos la culpa: la tiene usted: así que enciérrese, conviértase en misántropo. Y si aún así el virus le alcanza… la culpa será sólo suya: no se cuidó lo suficiente, no siguió nuestras normas con el entusiasmo debido.

El experto Simón se quita la careta: la vacuna no terminará con el coronavirus:  tenemos que encerrarnos más para medir su eficacia: ¡será caradura!

Por otra parte, si quieres que una estadística no diga nada, complícala. Es lo que hace Simón. Si quieres inculcar mucho miedo, habla mucho, no digas nada… y jamás reconozcas que no tienes ni idea del virus, que este es el problema. Es lo que le ocurre a Simón.

En cualquier caso, la tomadura de pelo alcanzó su cénit en su comparecencia de prensa del lunes 14. La vacuna, aseguró don Fernando, no terminará con el coronavirus: tenemos que encerrarnos más, entre otras cosas (sic) para poder medir la eficacia del fármaco.

¡Pero qué cara más dura tiene este personaje!