La única Iglesia es la que cree en la presencia real de Dios en la Eucaristía. El resto no es Iglesia. Mañana no es el Corpus Christi por más que la Comunidad de Madrid se empeñe en ello. Va a ser que no. La fiesta, con permiso de Roma, se trasladó al domingo por aquello de que la autoridad civil, es decir el Gobierno regional, decidió que era jornada laboral. Ahora decide lo contrario -sólo en 2015- y resulta que es fiesta civil, pero la fiesta religiosa es el domingo. Y es la fiesta del Eucaristía, de la que depende toda la suerte próxima de la Iglesia y del mundo. La primera lo sabe, el segundo no, pero eso no cambia nada. Por tanto, es el momento de contar la historia del obispo Manuel González, también llamado el obispo de los sagrarios abandonados. El tipo, natural de Sevilla, tenía redaños y corazón. Cuando en plena y muy democrática II República Española, los milicianos malagueños incendian el Palacio episcopal empiezan por la capilla, que daba a la calle, con la sana esperanza democrática de que el fuego alcanzara las habitaciones superiores donde habitaba el obispo y lo chamuscara un pelín. Pues bien, González no dudó ni un instante: lo primero, se llevó al Santísimo del sagrario antes de que fuera pasto de las llamas; luego se puso a salvo, junto con los que con él habitaban el inmueble. Es lo que se llama una jerarquía de prioridades. A Manuel González le llamaban el obispo del sagrario abandonado. Vivió pendiente de la Eucaristía porque creía ciertamente que en las especies sacramentales estaba -eran- Dios encarnado. Sí, el mismísimo Dios. Todo lo demás viene por sí sólo. Y si no te crees eso, pues no viene nada. Y entonces, ¿cómo puede alguien pedir que se permita comulgar a quien, al menos en teoría, y en público, no disfruta de gracia sacramental por vivir en una situación irregular? Pero tiempo habrá para hablar de ello ahora que se aproxima la segunda parte del Partido (Sínodo de la Familia). La única Iglesia es la que cree en la presencia real de Dios en la Eucaristía. El resto no es Iglesia. En esto consiste el Corpus. Eulogio López eulogio@hispanidad.com