Son de la Comunión Tradicionalista y Carlista (CTC). La noche del martes 25 de febrero, en Pamplona. Son pocos y como los católicos en general, que empezamos a ser minoría. Y son valientes, porque aún siendo pocos se atreven a manifestarse contracorriente… contra la corriente de la mayoría comodona y cobardona.

Pocos, pero con un mensaje muy claro: "Aborto no", porque no hay que olvidar que el aborto es el crimen del siglo pasado y de éste. Es el asesinato, a manos de su propia madre, del ser humano más inocente y más indefenso: el concebido y no nacido y, al mismo tiempo, se manifiestan con la frase de Benedicto XVI que resume toda la filosofía provida: Dios ama al embrión".

Sí, no olvidemos que cuando pensamos en aborto pensamos siempre en aborto quirúrgico, pero olvidamos el aborto químico, mucho más numeroso, que actúa contra el embrión, ese nueva persona que surge en el momento mismo de la concepción, con un código genético individuado, distinto del código genético del padre y del de la madre, en mezcla más o menos aleatoria de ambos, una verdadera lotería que conforma un nuevo individuo. 

Por eso insistimos tanto en Hispanidad en lo que nadie quiere decir: que la FIV es un máquina de abortos por eliminación de embriones, dentro o fuera del núcleo materno, o que todos los anticonceptivos que se venden hoy en el mercado son potencialmente abortivos: pueden actuar antes pero también después de la concepción.  

Los carlistas son valientes y Benedicto XVI era genial: Dios ama al embrión. Punto y final.