Sr. Director:
Es tanta la necesidad de recuperar valores y principios que fertilicen y regeneren nuestra sociedad, que se comprende que a algunos les haya bastado sentir tres gotas sobre la cocorota, escapadas del regado de unos tiestos, para que se convencieran de que por fin se acaba la sequía. Y por eso, apenas recién elegido Pablo Casado como sucesor de Rajoy, les faltó tiempo para entonar cánticos episcopales de alabanza a un dios de la lluvia que veían encarnado en este joven; y sólo por haber invocado enfáticamente en sus discursos cuestiones tan fundamentales como la defensa de la familia y el derecho a la vida. Pero la esperanza se evapora cuando al leer sus explicaciones sobre su posición en dichas cuestiones, comprobamos que está a favor del matrimonio homosexual y de la ley felipista del aborto (mantenida por Aznar) del coladero de los tres supuestos, que costaba la vida a cien mil seres humanos al año en España. A lo único que por ahora parece oponerse Casado es a la ley de eutanasia con que nos amenaza el cultureta de la avioneta Pedro Sánchez. Como andamos de rebajas, parece que enarbolar hoy como principio el humanismo cristiano, se reduce a pronunciarse contra la eutanasia. Esperemos que respecto a otros asuntos también esenciales, como la defensa de la unidad de España, resulte algo más consistente.