Sr. Director:

De las últimas noticias leídas, hay una que me ha helado la sangre: el año anterior España tuvo más decesos que nacimientos. Sigo sin entender todavía por qué sucede eso: ¿de verdad ya no quieren ser padres? Habrá que recordar que sin nacimientos, no hay niños; sin niños, no hay hombres y mujeres trabajadores; y sin trabajadores -porque qué bien se vive cuando se gana uno la vida con honestidad y honor-, no hay pensiones para los abuelos.

Las personas ahora somos tontas: repartimos nuestro irrecuperable tiempo en móviles, viajes y mascotas. Como si los perros y gatos pudieran hablarle a uno y decirle «papá» o «mamá»; como si los dueños de las agencias de viajes se pusieran contentos de vernos crecer, o envejecer; como si los aparatos pudieran darnos un abrazo en la mañana y un beso en la noche; como si fueran importantes… Sr. Director, llegará el día en que nos arrepentiremos de que los últimos José, María, Antonio, Inmaculada, Luis, Beatriz, Francisco, Asunción, Juan, Aurora, Rafael, Soledad, y muchísimos más hayan fallecido hace veinte años; y que ahora los nuevos hijos españoles tengan su origen desde allá, cruzando el charco… ¡Sabrá Dios de dónde!