Sr. Director:
San Juan Pablo II vive; vive en todos y cada uno de nosotros. Su memoria no es un pasado histórico, es un pasado con la inmediatez de presente. Y es que su imagen y, sobre todo, su palabra y sus escritos permanecen actuales y permanecerán durante decenios de años hasta que se desarrolle todo el legado intelectual y doctrinal que nos dejó planteado. Él luchó denodadamente contra ideas e ideología a las que derrotó. Pero su vida no fue únicamente un luchar, fue también un confirmar en la fe a todos sus hijos espirituales enarbolando la Cruz de Cristo, mostrándonos que Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Y esa Cruz de Cristo le acompañó durante toda su vida y el mundo entero fue testigo de ello. Su vida vida fue heroica como heroicas fueron también las virtudes sobrenaturales que vivió.
No fue una hazaña es “algo que no proviene de él, sino que se hace visible la obra de Dios en y a través de él. No es una competencia moral de la persona, sino renunciar a la propia grandeza. El punto es que una persona deja que Dios trabaje en él, y así el trabajo y el poder de Dios se hacen visibles a través de ella” (Benedicto XVI).