Sr. Director:

Un hermano que hace mal a su hermano, si no se arrepiente y pide perdón, nunca tendrá verdadera fraternidad con ellos. Y yo me pregunto: ¿Qué fraternidad, por muy banal que sea, puede haber en una sociedad que, además de olvidar a Cristo, Dios y hombre verdadero, destroza a sus hermanos por nacer? En una sociedad que concede derecho de matar a un hermano ¿qué fraternidad puede existir?  El aborto es un auténtico crimen contra la fraternidad humana, además de serlo contra el mismo Dios, de quien deberíamos ser todos buenos hijos, y con Quien todos deberíamos ser buenos hermanos.

Que en algún momento, una futura madre desesperada, o sufriendo algún trauma psíquico, decida abortar, es otra cuestión: Tarde o temprano se arrepentirá, y Dios le perdonará, dándole paz y serenidad, y viendo a su hijos gozar de Dios en el cielo. Pero ese no es el caso en la campaña de fraternidad en marcha en el mundo.

¿Qué autoridad tiene la ONU para hablar de fraternidad cuando está tratando de llevar adelante el aborto hasta el último rincón de la tierra, y con el aborto, la ideología de género, y desviaciones semejantes, todas contrarias a los planes de Dios, Creador y Padre?

¿Es un buen comienzo de este, así llamado apostolado de la fraternidad, dar un reconocimiento a una persona que se declara católico, y a la vez defiende públicamente la promoción del aborto?

La sociedad que acepta y legisla el aborto ha perdido todo fundamento para ser una verdadera sociedad humana, y se condena a sí misma a no tener ningún futuro: entre corruptos no hay fraternidad; si acaso, bandas y mafias.

Desde el comienzo de su caminar sobre la tierra, la Iglesia, los cristianos fueron conocidos como gente que no mataba a los hijos en el seno materno; y eran fieles en su matrimonio no compartiendo lecho ni con hombres ni con mujeres que no fueran su marido o su esposa. Y esto es lo que espera el mundo, la sociedad actual, de la Iglesia Católica: un testimonio firme y claro de la Moral de la sexualidad, que ilumine al hombre para desarrollar todas las energías y facultades que ha recibido de su Creador, y las emplee en servicio de sus hermanos, hijos de Dios Padre.