Sr. Director:
He leído: malagueños afectados por el gran incendio de Sierra Bermeja, miran el cielo esperando que se cumplan las previsiones de lluvia. Como si se encomendaran a una intervención divina” ( El Confidencial). Pienso en otros tiempos, en los que, cuando la sequía se prolongaba, se activaban los recursos espirituales para implorar la lluvia, mediante rogativas y procesiones por los campos con el santo de mayor devoción en la localidad. Recuerdo dos de esas procesiones: La primera, de niña en mi pueblo. Evoco esta canción que ensayaba mi madre con la asistenta: “Agua, Señor, agua;/ agua de piedad,/ para los ganados,/ trigos y cebadas./ Si por nuestras culpas, /el agua no viene,/ fíjate en los niños,/ que ninguna tienen”. La segunda fue en Serradilla. Una multitud de la comarca cacereña acudió a la procesión y encuentro de oración en la plaza. para pedir la lluvia al “Cristu Benditu”, el milagroso Santo Cristo de la Victoria ( talla barroca, de 1635), que guardan las madres agustinas. Ahora, ¿no sería oportuno implorar al Cielo, juntos, el fin de la pandemia? Es preciso rezar y hacer penitencia por la desaparición de esos patógenos (Sars-COV…) que, salvo a niños, han matado, ya, a muchos ancianos y a otras personas con patologías o escasas defensas, sin que, aún, se conozca la naturaleza y origen del virus. El Evangelio nos enseña: «Pedid y se os dará …, porque todo el que pide recibe…” (Mat., 7, 7-12)