Sr. Director:
Nínive era una gran ciudad situada en IRAK, a la izquierda del río Tigris, frente a Mosul. Estaba amurallada, tenía 15 puertas y varias torres. Tres días se tardaba en atravesarla.
Sabemos por la Biblia que Jonás, un profeta del Antiguo Testamento, fue elegido por Dios para ir a Nínive y anunciarles que dentro de cuarenta días sería destruida pues sus pecados clamaban al cielo. La misión del profeta no es agradable porque denuncia los pecados del pueblo. Jonás no quiso llevar el mensaje y huyó en un barco. Ya sabemos lo que sucedió. Se desató una gran tormenta en el mar y atribuyendo la causa a Jonás, fue arrojado al mar, tragado por una ballena y expulsado, a los tres días, en la playa. Jonás, ante este acontecimiento en que la voluntad de Dios se había manifestado claramente, encaminó sus pasos a Nínive y predicó el mensaje de Dios. Los ninivitas creyeron en Dios, se arrepintieron de su mala conducta y Dios les perdonó. La semejanza de la sociedad actual con Nínive consiste en que, sobre todo, Occidente, que ha cristianizado y evangelizado el mundo, ha apostatado masivamente y se ha convertido en una cloaca maloliente. La soberbia y la rebeldía del hombre actual, se manifiesta en su conducta libertina y sobre todo en sus leyes, que son contrarias al orden natural establecido por Dios y que en su osadía, proyecta nuevas leyes que agravan aún más la situación actual. Pero Dios no va a permitir tal rebeldía, pues esta situación acabaría por destruir al propio hombre. La crisis económica y financiera mundial que se ha desatado y que tiene alborotado al mundo entero, entiendo, aunque no soy profeta como Jonás, que es preludio de que algo va a suceder. Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Los ninivitas creyeron en Dios, se arrepintieron de sus pecados y Dios les perdonó. Dios, con los sucesos actuales está llamando fuerte. Acojámonos, a ejemplo de los ninivitas, a su Misericordia y no provoquemos con nuestra soberbia su Justicia.