Sr. Director:

El tiempo apremia, no podemos callar, tenemos que insistir a tiempo y a destiempo como dice San Pablo. ¿Somos conscientes de las gravísimas leyes que se han promulgado en las naciones que eran cristianas y que ahora expanden por todo el mundo? ¿Somos conscientes de la mundanidad y desacralización que se padece en muchos lugares de la Iglesia Católica? ¿Puede esto seguir así? Hay que repetirlo hasta la saciedad. Nadie puede negar que la pandemia del coronavirus ha trastocado el mundo entero, pero no se ve que la sociedad haya mejorado, ni tampoco la Iglesia Católica.

No soy profeta ni hijo de profeta, pero entiendo que esta pandemia es una purificación que Dios nos manda, a ver si rectificamos de esta alocada carrera de inmoralidad y corrupción que nos lleva a la tragedia, que estamos fabricando nuestra propia destrucción. Si rechazamos su Misericordia, si no hay conversión, lo único que podemos esperar males peores. Lo repetiré una vez más, nosotros tenemos la solución, del camino que tomemos depende nuestro futuro. Dios es clemente y Misericordioso, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.