Sr. Director:
Dicen los concursantes que han pasado por la isla de «Supervivientes», que el hambre y las carencias e incomodidades que allí padecen, hacen que las relaciones que más le gusta explotar a Telecinco no resulten apetecibles. A pesar de ello, quienes dirigen el programa, intentando siempre provocar lo sicalíptico, son capaces de premiar a los personajes menos ejemplares, si así obtienen imágenes de algún escarceo sexual. La vocación telebasura que ha ido adquiriendo esta cadena acaba imponiéndose fácilmente por encima de opciones más abiertas a todos los públicos, a diferencia de la televisión que supo hacer el desaparecido Chicho Ibáñez Serrador. Y encima, si alguien se queja cuando la grosería alcanza un calibre extraordinario, enseguida sale al quite algún/a presentador/a de turno alegando que lo de educar no es obligación que a ellos les corresponda... Pero la cruda realidad es que, por ausencia o dimisión de los padres, hace mucho que las televisiones «educan» a gran parte de españolitos. Y que, por tratarse de un poderoso medio capaz de llegar hasta el último rincón de todos los hogares, están muy obligadas a cuidar sus contenidos y, al menos, a evitar la siembra y el fomento de los peores ejemplos de conducta entre la infancia y la juventud españolas.