Sr. Director: La cortesía es, sin duda, la faz refinada del respeto al otro. No conozco a nadie al que le disguste encontrarse con alguien que dé muestras de delicadeza. Aunque se abuse de ella, como sucede con los cursis, siempre son preferibles a los groseros, empeñados en exteriorizar su vulgaridad e ignorancia. La buena educación, además, no es contraria a la naturalidad, sino uno de sus más eficaces aliados. Esa confusa ecuación actual que conecta lo espontáneo con lo que corresponde hacer nos llevará bien pronto a eliminar las puertas de los cuartos de baño o a acabar compartiendo aquello que siempre hemos hurtado a las miradas ajenas. Ser natural no es ser zafio, sino que la zafiedad es propia de animales, cosa bien distinta y que hoy se tiende a mezclar, desafortunadamente. Toca, pues, retornar sin complejos a las buenas maneras, a la elegancia en las formas, a la belleza de las relaciones humanas. Al respeto que unos nos debemos a otros, en definitiva. Jesús Domingo