Sr. Director:

En una interesante y provocativa  homilia durante la celebración del canto de las vísperas, con obispos sacerdotes, religiosos seminaristas y fieles, Francisco ha trazado la ruta de navegación de la iglesia después de la JMJ de Lisboa. Ha tomado como referente el episodio evangélico de la pesca de los apóstoles en el mar de Galilea. Acentuado el contraste entre los apóstoles que después de no haber pescado, bajan de la barca para lavar las redes e ir a sus casas. Pero Jesús los invita a subir de nuevo a las barcas y lanzar las redes. Reconoció el Papa con esta contraposición que a veces en el caminar y navegar de la Iglesia por el mar proceloso del mundo se experimenta cansancio y desilusión apostólicos por los cambios sociales y culturales en los países europeos de tradición cristiana, cada vez más influenciados  por el securalismo gélido y adverso, con marcada indiferencia hacia Dios y un creciente distanciamiento de la práctica de la Fe. Lo que se alimentó por la desilusión y la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado el rostro de la iglesia y que llaman a un purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las victimas que siempre han de ser acogidas y escuchadas. Pero el Papa advirtió del riesgo de bajar de la barca y quedar atrapados en las redes de la resignación y del pesimismo. Por eso pidió a todos los los hijos de la Iglesia  confiar en que Jesús continua, como lo hizo con Pedro cuando se hundía, tendiendo la mano y sosteniendo a su amada Esposa, La Iglesia; debemos de llevar al Señor nuestra fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir. El Papa reivindicó la necesidad de superar una tentación nefasta la de llevar adelante una pastoral de la nostalgia y de los lamentos. Pidió con energía y humor que la Iglesia no se convirtiese en una aduana por la que sola pasan los buenos. En la Iglesia de Jesús caben todo los buenos y los malos; los justos y los pecadores. Después el Señor nos ayudará a arreglar ese asunto. Porque no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores.