Con el lema “la Familia, cuna de la vocación al amor”, el 30 de diciembre de 2022, la Iglesia celebró universalmente la Fiesta de la Sagrada Familia; la familia de Jesús, María y José, la familia de Nazaret. Esta familia es referente para todos los cristianos. En ella, se descubren las virtudes que deben vivirse en la familia para agradar a Dios y ser felices también aquí en la Tierra. Fue cosa principal en ella, el cumplimiento de la voluntad de Dios, de donde parten todas las virtudes. Cada uno en su puesto: María, como esposa y madre, atenta a las necesidades de su esposo e hijo; lo mismo, José, solícito para cubrir las necesidades de los de su casa: su hijo de adopción, del que Dios mismo le encomendó su cuidado, y de su esposa, la mujer más pura y bondadosa que por la Tierra ha pasado. ¡Qué privilegiado se vería José! A cada marido, Dios le da su mujer, y no hay otra que la iguale, ni hay otra mejor para él. Y al reverso. Pero hay quienes siempre miran- efecto de la envidia- fuera del hogar.
La Familia de Nazaret es el mayor tesoro de Dios en la Tierra. Con gran amor, María y José acogieron al Hijo de Dios, que se hizo carne en las entrañas purísimas de María, joven doncella adornada de las más excelsas virtudes que pensarse pueda. En Ella está la gracia y la hermosura en todo su ser. Al verla, el Ángel del Señor se asombra y exclama: “Salve, llena de gracia, el Señor contigo está”. Y era tanta su humildad, que se ruborizó y “no podía entender aquel saludo”. José tampoco puede comprender la concepción milagrosa de María, su castísima esposa, pero obedece al Ángel del Señor y la llevó consigo a su casa. El ángel le dijo: “lo que hay en Ella es fruto del Espíritu Santo”.
Jesús, atento a la voluntad del Padre de los Cielos, se somete fielmente a los deseos, sobre él, de María y José. La obediencia es signo de humildad, y nada hay que agrade más a Dios que un corazón humilde. Por eso, Dios siempre hace sus obras por medio de personas de corazón humilde. Humildad, y obediencia como su mejor expresión, y amor apasionado a Dios con fuerte deseo de cumplir su voluntad, fueron virtudes eminentes de la Sagrada Familia, la familia del Señor. Que el Señor nos conceda, a los cristianos, esas mismas virtudes que nos ayuden a vivir unos para los otros en la familia y, así, a vivir para Dios. José y María se responsabilizaron el uno del otro y, ambos, del hijo, que, además, era el Hijo de Dios. Nada ni nadie ha de hacernos perder la conciencia de nuestra responsabilidad de padres y esposos, ni de actuar en consecuencia.