Sr. Director: Con motivo del centenario de Fátima, de la visita del Papa y de la canonización de los dos pastorcitos leí la siguiente nota que me parece oportuna su publicación como carta de los lectores. "Y, ¿para qué Santa María les hace partícipes de la realidad del pecado a los pastores de Fátima, del mal del mundo, del infierno, del dolor de Dios? Una mujer insultaba con frecuencia a los tres pastorcillos. Un día, que salía de una taberna, medio borracha, la mujer "no se contentó con insultarnos", dice Lucía. Jacinta comentó: "Va a ser necesario que pidamos a la Santa Virgen la conversión de esta pobre mujer y ofrecer sacrificios por ella. Dice tantos pecados que si no se confiesa irá al infierno". En vísperas de un día 13, Lucía y Jacinta iban jugando. Jacinta se paró, y le dijo: "No juguemos. Hagamos este sacrificio por la conversión de los pecadores". Y se puso a rezar elevando los brazos. "Sin pensar que alguien podía verla, eleva las manos juntas y sus ojos hacia el cielo y hace su ofrenda". La mujer contempla a Jacinta desde la ventana de su casa, y después tiene la honradez de decirle a la madre de Jacinta que "la plegaria de Jacinta le impresionó de tal modo que no había necesitado otras pruebas para creer en las apariciones". Jacinta hizo transparente a los ojos de aquella mujer, la sabiduría de Dios, la misericordia de Dios. La sabiduría de los niños descubre el "vacío" de los intelectuales; la luz de la plegaría de una niña alumbra la oscuridad del alma de una pecadora. Es el gran "secreto" de Fátima. San Juan Pablo II que confesó su creencia de que la Virgen de Fátima desvió la bala que iba dirigida a su corazón, colocó después la bala en la corona de la imagen. Perdonó al que podría haber sido su asesino, e invitó a todo el pueblo cristiano a seguir rezando para que los pecadores se arrepintieran y gozaran de la misericordia de Dios, reflejada en la sonrisa de la Virgen. Y el gran "secreto" de Fátima seguirá llenando de luz los corazones de los peregrinos que esperan dos, tres, cuatro horas para poder recibir la absolución de sus pecados. Y Dios se conmueve con Francisco, con Jacinto, con Lucia, que siguen rezando en el Cielo, por nosotros, pecadores, pidiendo por la paz del mundo, rogando por la Iglesia." Juan García