Sr. Director:
Llamadme loco, desagradecido, fanático o elitista -o lo que queráis, ya estoy acostumbrado- pero prefiero que el enemigo no defienda las cosas buenas y se dedique a lo suyo, a destruir y a intentar eliminar el bien de este mundo. Y lo digo específicamente por Ayuso, aplaudida y elogiada por "defender" la tradición navideña. Lloro de emoción y voy corriendo a aplaudir al balcón (modo irónico “ON”). Preferiría que se dedicara a ser la persona que apoyó hace unos días la ley del aborto para que las menores de edad pudieran abortar "si lo tenían claro". Ayuso ha entrado a formar parte de ese "club selecto" que se dedica a destruir la Navidad como Hollywood con sus películas cursis navideñas, las lucecitas brilli-brilli en Diciembre, el famoso Santa "cocacola" Claus y el cacareado "espíritu de la Navidad" que pregona el mundo anglosajón sin tener ni idea realmente de lo que se celebra realmente en Navidad.
Es lo mismo que me pasa cuando veo a tantos agnósticos, ateos, enemigos de la Fe cristiana y demás descreídos asistir a misa en funerales de estado, bodas de amigos y demás actos “oficiales". Me produce mucha pena la gente que va a misa por obligación o simplemente por figurar, ofendiendo con su indiferencia tan solemne y santa Celebración. Y porque sé a ciencia cierta (ojalá me equivocara) que no les va a servir de nada ni van a apreciar lo que ocurre en la Santa Misa ni se van a “convertir” milagrosamente -y eso que creo firmemente en los milagros-. Personalmente prefiero una Iglesia integrada por bautizados fieles a la Verdad, que se esfuercen en dar buen ejemplo -aunque no lo consigan, me vale con el esfuerzo- y en estar “vigilantes” (es decir, atentos), que una Iglesia mal acompañada o apoyada con condescendencia por gente que no entiende lo que es pecado y lo que no, lo que de verdad significa la Fe cristiana o la que no no llega ni a entender un poquito lo que agrada a Dios y lo que no, confundiendo a otras miles (o millones) de personas que SÍ serían capaces de convertirse y llegar a ser felices para la eternidad, si no les confundieran continua y deliberadamente entre el Bien y el mal.