Los chinos se han cansado de pasar hambre mientras 'producen' las mayores fortunas del planeta
En Hispanidad llevamos meses anunciando una nueva crisis global.
Que será la continuación de la sufrida en 2007. El diario Expansión, que se ha percatado de ello con su proverbial celeridad, titulaba el miércoles 10: "Temor a un parón global". En cuanto vio que la bolsa se derrumbaba por segundo día y consecutivo echó mano de otros seres especialmente brillantes, los analistas financieros, y concluyó con ello.
Aquella fue una crisis de especulación financiera. Por tanto, afectó más a los países ricos, a los más financistas, que a los pobres.
Los emergentes aprovecharon la crisis de las grandes potencias para tomar el relevo y exhibirse como el modelo a seguir. Ahora bien, no suponían ningún modelo. Si Occidente se derrumbó por especulación, China e India, sin desechar la especulación de los mercados, están a punto de caer y arrastrar al resto porque su sistema se basa en los costes bajos, esto es, en los salarios de mera supervivencia.
El poco modélico modelo de los países emergentes ahonda aún más en la injusta distribución de la propiedad, que es la clave. Se trata de un capitalismo mucho más montaraz que el de Occidente.
Por ahí viene la nueva recesión mundial. La primera por especulación, por financismo; la segunda por la explotación del hombre, porque China e India producen mucho pero ahora, con salarios de miseria, no hay quien se lo compre.
El problema es que no nos hemos dado cuenta del origen de esta segunda crisis. Como nos ocurrió con la primera. Y así no hay manera de poner remedio.
Repitamos: la crisis de 2007 fue por especulación financiera occidental, la de 2017, ya está llamando a la puerta: vendrá por explotación laboral oriental. En plata: los chinos se han cansado de pasar hambre mientras 'producen' las mayores fortunas del planeta.
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