Triunfan los enemigos de España sobre los que dicen defenderla, y les ganan por una humillante goleada. Los triunfadores se están alzando con la victoria no solo por sus aciertos en el ataque, sino sobre todo, por los errores de sus adversarios. Y de este modo en la semana que entra, los españoles vamos a volver a ser víctimas por segunda vez de un Frente Popular. Sí, el mismo Frente Popular que asesinó a José Calvo Sotelo (en la imagen), líder de la derecha, y que precipitó la guerra civil de 1936.

Los enemigos que quieren destruir España, están cortados a la medida de quien se ha puesto a su cabeza, Pedro Sánchez. El actual presidente del Gobierno en funciones es un mentiroso, un sectario y un saltimbanqui de la política; los pactos que no hace mucho le quitaban el sueño hoy le producen un plácido dormir. A Pedro Sánchez, conocido popularmente como el doctor cum fraude, no se le cae la cara de vergüenza y no se esconde en un rincón por el resto de sus días, que es lo que debería hacer.

Para los neocomunistas, como Pablo Iglesias, una sociedad moderna es una sociedad atea

Pedro Sánchez, en definitiva, es un mediocre. Pero no hace falta mayor preparación, porque un mediocre se basta y se sobra para destruir España si conoce la estrategia que han seguido desde hace siglos los enemigos de España, sin duda uno de los más caracterizados el PSOE, la organización en la que milita Pedro Sánchez.

Gracias a la manipulación de los socialistas y de los neocomunistas y al silencio cobarde y cómplice de la oposición, se ha instalado en el imaginario de la sociedad española que el Frente Popular del 1936 fue el no va más de la conquista de los derechos y de las libertades. Pero la realidad es bien distinta.

El Frente Popular remató los ataques que los periódicos habían sufrido durante la Segunda República, y acabó definitivamente con la libertad de prensa

De entrada, el Frente Popular remató los ataques que los periódicos habían sufrido durante la Segunda República, y acabó definitivamente con la libertad de prensa. Algo muy parecido a lo que está sucediendo en nuestros días. Cierto que gracias a Internet se alzan algunas voces, muy pocas para lo que está sucediendo, para contrarrestar la manipulación y la mentira de los medios tradicionales, en los que las excepciones a lo políticamente correcto se pueden contar con los dedos de las manos. Pero todas estas excepciones, en Internet y en los medios convencionales, se van a acabar cuando el nuevo gobierno de Pedro Sánchez imponga a golpe de multa y de cárcel la ley de memoria histórica; bien a las claras ha dicho Pedro Sánchez en el debate de investidura que nos va a someter a un Ministerio de la verdad: ¡Toma stalinismo! .

Consciente como era Calvo Sotelo de la censura de prensa del Frente Popular de 1936, exigió que los datos que iba a proporcionar en su famoso discurso parlamentario se incorporaran como anexo al Diario de Sesiones, porque a la prensa no se le iba a permitir publicarlos. Esto es algo de lo que dijo: “Desde el 16 de febrero [de 1936] hasta el 2 de abril —mis datos no alcanzan al período posterior— ha habido lo siguiente: asaltos y destrozos en centros, 58; en establecimientos públicos y privados, 72; en domicilios particulares, 33; en iglesias, 33. Incendios en centros políticos, 12; en establecimientos públicos y privados, 45; en domicilios particulares, 15; en iglesias, 106, de las cuales 56 quedaron completamente destrozadas; huelgas generales, 11; tiroteos, 39; agresiones, 65; atracos, 24; heridos, 345; muertos, 74 […] Grandes son las pérdidas que ha experimentado el arte español: esculturas de Salzillo, magníficos retablos de Juan de Juanes, lienzos de Tiziano, tallas policromadas, obras que habían sido declaradas monumentos nacionales, como la iglesia de Santa María, en Elche, han ardido en medio del abandono, cuando no con la protección cómplice de los representantes de la autoridad pública”.

Como se puede apreciar en esta breve descripción, la peor parte se la llevaron los católicos, cuya persecución se vio aumentada durante la Guerra Civil, hasta convertirse en la mayor persecución que los católicos han sufrido en sus dos mil años de historia. Y no deja de ser significativo que en ese programa de Gobierno que han presentado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, la saña y el sectarismo se emplean para referirse a las distintas manifestaciones y creencias de los católicos.

El enfrentamiento entre las dos Españas era ya religioso; empezó siéndolo, siguió y sigue siéndolo

Los socialistas y los comunistas españoles de nuestros días, los Pedro Sánchez y los Pablo Iglesias, se suman así a la tradicional persecución que los católicos han padecido a lo largo de la historia, descrita magistralmente en el primer tomo que Alberto Bárcena ha publicado bajo el título La pérdida de España. Este es un párrafo que en buena medida resume lo que en este libro se cuenta: “El enfrentamiento entre las dos Españas era ya religioso; empezó siéndolo, siguió y sigue siéndolo. Por encima de las diferencias políticas y sociales. El combate espiritual se había trasladado a España; la nación que se había gloriado de ser el brazo armado de Roma y la evangelizadora del Nuevo Mundo se enfrentaba, en lucha fratricida, dentro de la vieja ciudadela. La permanente defensora de la Fe durante un milenio, ya difícilmente reconocible, había perdido el rumbo y la cohesión interna después de 1808, a pesar de protagonizar una gesta colectiva asombrosa. A partir de ahí pueden hacerse, y conviene hacerlo, muchas matizaciones históricas. Pero la línea que, al final, separaba los dos bandos, vuelvo a insistir, era religiosa; sobre todo religiosa.

Desde el actual relativismo moral, hedonista e intolerante, puede resultar incómodo el recuerdo de nuestra historia verdadera; sin embargo, el Evangelio nos sigue interpelando: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae»; «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama». Los españoles como árbitros de Europa no pudieron, en conciencia, ser neutrales; ni tampoco luego: nunca nadie puede serlo ante esa llamada personal del Salvador.

Desde el actual relativismo moral, hedonista e intolerante, puede resultar incómodo el recuerdo de nuestra historia verdadera; sin embargo, el Evangelio nos sigue interpelando

Nuestros antepasados de la Edad Moderna acometieron las mayores empresas, a las que se vieron llamados por su coyuntura histórica con ese espíritu evangélico, y sus prioridades muy claras: «Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda su vida por Mí, la encontrará». Sus gobernantes, por más que la leyenda los presentara como tiranos ambiciosos buscadores de un dominio universal, fueron distintos a la mayoría de sus rivales: con todas sus debilidades y deficiencias, tenían presente lo esencial del mensaje evangélico en cuanto a su misión histórica: «Pues ¿de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? O ¿qué podrá dar para recobrarla?» ¡Cuántas veces he oído a españoles lamentarse de ese “estúpido idealismo” que nos condujo a la ruina mientras otras potencias advenedizas, mucho más prácticas, se lucraban fabulosamente con nuestros despojos! ¡Cuánta insensatez posmoderna! No comprenden el valor de la herencia recibida. Un legado que hizo posible el mayor holocausto católico del siglo XX, solo comparable al registrado en nuestro suelo durante la persecución de Diocleciano; porque miles de españoles pensaron en el «tesoro del cielo» antes de salvar sus vidas apostatando. Es el legado que ha salvado a nuestra patria de sus enemigos; los de dentro y los de fuera. El mismo que le otorga aún la esperanza de un futuro frente al cerco asfixiante del mundialismo luciferino. Hace años, hablando precisamente de España y los peligros a los que se veía lanzada, un abad benedictino me dijo algo que refuerza esa visión: «Dios es un caballero; y no la dejará». Pidamos los españoles ser merecedores de esa asistencia suprema.

Sánchez e Iglesias comenzarán con el martirio de las cosas: luego vendrá el de las personas

Cuando presentaron en el Congreso de los Diputados su programa de Gobierno Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, este último declaró que con este proyecto piensan construir una España moderna. La modernidad, según la versión comunista que ahora representa Pablo Iglesias, exige la construcción de una sociedad atea, porque según doctrina marxista “La crítica de la religión tiene su meta en la doctrina de que el hombre es para el hombre el ser supremo”. De momento, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias anuncian la persecución de las ideas y de los bienes religiosos. El problema es que lo que enseña la Historia es que se empieza por el “martirio de las cosas” y se prosigue con el “martirio de las personas”. Y ojalá que lo que suceda en los próximos meses sea la excepción que confirme la regla, o a lo mejor no… Pero para aclararnos y salir de dudas, vosotros que de esto sabéis un rato por la historia de vuestros partidos y vais a mandar sin límite, a lo sectario… Por favor, decirnos qué nos tenéis preparado, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá