En política como en los toros, por muy buena faena que hagas con la muleta, como no remates con el estoque, las mulillas se llevan al toro con las orejas en su sitio. La semana pasada, en Vista Alegre Plus, Santiago Abascal, estuvo bien… Seamos justos, estuvo muy bien, pero entró en falso a matar, aunque sin soltar el estoque. Así que vamos a ver si en el segundo intento lo clava en todo lo alto y sale por la puerta grande.

Pero sus consejeros deben ser conscientes de que Santiago Abascal solo tiene menos de un mes de plazo, hasta el día 10 de noviembre. Porque antes de esa fecha tiene que hacer algo para sacar de la abstención a tantos católicos que, hartos de que les secuestren el voto, ya no están dispuestos a que les vuelvan a engañar, como durante tantos años lo han hecho la UCD de Adolfo Suárez y el PP de Manuel Fraga y de sus sucesores en la dirección de ese partido, hasta el presente.

Lo peor es que, en el asalto al Valle de los Caídos , Pedro Sánchez ha tenido cómplices

A estas alturas, ya no vale echar balones fuera, hay que entrar a matar de verdad. Santiago Abascal afirmó que los socialistas se han empeñado en sacar a Franco del Valle de los Caídos, porque eso es solo un primer movimiento para expulsar del trono a Felipe VI. Y a esto es a lo que yo le llamo entrar en falso a matar, y menos mal que Santiago Abascal ni vio toro y por eso no soltó la espada, porque si lo llega a ver le pincha al animal en el rabo.

Félix Huarte fue un gran empresario que montó un imperio con más de quince mil puestos de trabajo con esta fórmula: “lo primero y principal conocer al personal”. Y cuando Santiago Abascal dijo en Vista Alegre que el objetivo final de esta operación es derrocar a Felipe VI es porque él, o los asesores que le ayudan a escribir los discursos, no conocen los hechos más recientes de la Historia de España, ni al personal regio que habita en la Zarzuela, a saber, Sus Majestades los Reyes don Felipe y doña Letizia.

O Santiago Abascal no se ha enterado o no se quiere enterar de que Pedro Sánchez , en lo de profanar la tumba de Franco, no está solo, porque para cometer semejante fechoría el dirigente de los socialistas tiene cómplices, activos o silentes, en la política, en los medios de comunicación, en la Universidad, en la judicatura y hasta en la jerarquía de la Iglesia, por lo menos entre los obispos de España.

Tampoco es cierto que Pedro Sánchez esté jugando al ajedrez, y que lo de Franco solo sea un primer movimiento para acabar la partida dando jaque mate al rey. Pero lo que sí que es verdad, es que la profanación de la tumba de Franco solo es el principio de lo que quiere hacer en el Valle de los Caídos Pedro Sánchez, con la ayuda de sus cómplices.

Después de los de Franco, sacarán también los restos mortales de José Antonio. A continuación, expulsarán a los monjes del Valle y dinamitarán la Cruz hasta que no quede piedra sobre piedra. Y por último, convertirán el Valle de los Caídos en un parque temático de los llamados crímenes del Franquismo, a cuya democrática inauguración, no me cabe duda, asistirán sus Majestades los Reyes de España y los representantes de los cómplices que Pedro Sánchez tiene en la política, en la prensa, en la Universidad, en la judicatura y en la jerarquía de la Iglesia en España.

Insisto, Santiago Abascal tiene que hacer algo para ganarse el voto de tantos que hasta el momento no piensan ir a votar. Decía el dirigente de VOX que el PSOE tiene una historia criminal, y en esto tengo que darle toda la razón. Y diré más, tengo la sensación de que, por los argumentos que utilizó para demostrarlo, Santiago Abascal lee los artículos dominicales de la sección de ‘La Resistencia’ de Hispanidad.

Pero ya ha llegado el momento de pasar de las musas al teatro. Y como en efecto, en la historia del PSOE hay crímenes y robos, y dos de los más conspicuos delincuentes socialistas, como Indalecio Prieto y Largo Caballero, tienen una estatua en el paseo de la Castellana de Madrid, ya están tardando los concejales de VOX de la capital de España en pedir oficialmente la retirada de esas estatuas. 

Clamaban también en Vista Alegre contra la ideología de género, y yo no puedo estar más de acuerdo. Pero en este punto, también, VOX puede hacer algo más para demostrarnos que lo suyo no es toreo de salón. La Comunidad de Madrid, cuyo gobierno apoyó VOX con sus votos, ha puesto una multa injusta y le ha reclamado una cuantía desmesurada a una psicóloga, acusada de homofobia. Pues ya está tardando también Rocío Monasterio en hacer algo para que Isabel Díaz Ayuso retire esa multa, y en caso de negarse la presidenta de la Comunidad de Madrid, debe amenazarla con retirarle los votos de Vox, que son imprescindibles para que esta última pueda seguir siendo presidenta.

Indudablemente, este par de acciones, que he indicado a modo de ejemplo, podrían devolver la confianza a un sector importante de los votantes el próximo mes de noviembre. Además, la petición de la retirada de la vía pública de las estatuas de Prieto y Largo Caballero les ahorraría mucho dinero a VOX en la próxima campaña, porque solo con hacer esa solicitud formalmente en el consistorio de la capital de España, tendrían hecha la campaña electoral, sin gastar un euro. No se hablaría de otra cosa en los periódicos de toda España en los próximos días.

Tales iniciativas de VOX también podrían influir en los cómplices de Pedro Sánchez. Aunque yo me temo que aquí Santiago Abascal lo tiene mucho más difícil. Porque me preguntó yo: ¿Qué hay que hacer para cambiar la línea editorial de tantos medios de comunicación que viven de la publicidad que les llega directamente de los partidos políticos y de las empresas que se cobijan a su sombra? ¿Cómo romper el silencio de esos catedráticos de Derecho Eclesiástico —Derecho Canónico, se decía antes— a los que les faltó tiempo para justificar en la prensa la boda de Felipe VI con la divorciada Letizia, y que ahora callan como muertos en un tema como el de Franco y el Valle de los Caídos, que afecta directamente a los acuerdos Iglesia y Estado?

Y… ¿Qué decir de la jerarquía eclesiástica española? Cuando escribo estas líneas, todavía no se sabe si sacarán los restos de Franco en helicóptero o con los tanques de la acorazada Brunete, mientras surca el cielo de Cuelgamuros la patrulla Águila, para celebrar la heroica gesta de haberle pisado el rabo al león después de muerto. Pero una sola cosa ya he quedado clara: el único eclesiástico que quedará con dignidad en esta historia es el prior del Valle de los Caídos, el padre Santiago Cantera, que antes de profesar como religioso fue colega mío en la Universidad, y con cuya amistad me honro.

Del resto de las autoridades eclesiásticas, mejor no hablar, porque de eso se encargarán otros historiadores en los próximos años. Y por la experiencia que tengo de casi cuatro décadas de permanencia en la Universidad estatal española, que nadie piense que el sector al que se han entregado los obispos les tratará bien. Después de tantos años, conozco de sobra a mis colegas los historiadores de izquierdas, que acostumbran a arrastrar por el fango, de un modo especial, a todos a aquellos que no son capaces de hacerse respetar.

Pero no quiero acabar sin referirme a don Luis Argüello, a quien hace unos días escuché unas cachazudas declaraciones sobre la profanación de los restos mortales de Franco, en las que decía hablar en nombre de la Iglesia española. De entrada, don Luis Argüello solo es portavoz de la Conferencia Episcopal, hablar en nombre de toda la Iglesia en España es atribuirse una competencia que no le corresponde. Y es más que evidente que la cobardía de sus declaraciones no tiene nada que ver con lo que pensamos buena parte de la Iglesia militante en España y, por supuesto, la totalidad de esa otra parte de la Iglesia triunfante, que en la vida terrenal fueron españoles, sobre todo esa porción de mártires que murieron por su fe durante la Guerra Civil española. Una porción de mártires que podría haber sido todavía mayor, si Franco no hubiera vencido en la guerra a los socialistas y a los comunistas, que querían extinguir por completo la fe en nuestra patria, para implantar una sociedad atea.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá