Aunque no sea el tema que con más frecuencia vemos resaltado en los medios de comunicación, el Papa Francisco insiste casi a diario en ello, el peligro de que acabemos por poner en peligro lo más preciado, la fe.
Rara es su intervención donde no haga un guiño a lo que denomina los peligros de la mundanidad. O servimos a Dios o al dinero. O a Dios y a las cosas de Dios o nos dejamos llevar por la mundanidad que agosta nuestra fibra moral, nuestra conciencia y a la postre nuestra propia experiencia de fe.
El domingo anterior al 25, en la Plaza de San Pedro, se ha vuelto a referir a ello. El Papa nos ha invitado a vivir una Navidad realmente cristiana, lejos de toda mundanidad. No se trata de cargar con un fardo de pesadas renuncias. Es un sí mayor, convencido, alegre y fraterno, que parte de saber reconocer el tiempo de Dios para acogerlo, en silencio, y ponernos al servicio de los hermanos que más lo necesitan y así dar precisamente testimonio del verdadero sentido de la Navidad.
Enric Barrull Casals