Hay un grafitero en mi barrio que firma sus guarradas en paredes y comercios ajenos con un aditamento: Respeto. Respeto a su formidable obra pictórica, o sea, su firma con spray.

Le apoyo de forma incondicional: por el mero hecho de que el dueño del inmueble carezca de sensibilidad artística no es razón para estropear una obra artística, siempre igual, sí, pero siempre distinta para quien sabe interpretarlo.

No, no me voy del grafitero: ¿Qué tienen que ver las pensiones francesas con el cierre de gasolineras? ¿Qué tiene que ver la huelga general con la quema de automóviles policiales en Barcelona? Como el Gobierno griego se ha endeudado más de lo aconsejable, ¿Hay que incendiar propiedades privadas en los barrios céntricos de Atenas?    

Toda Europa parece afectada por un pequeño virus de indisciplina, de gamberrismo, de rebeldía. De rebeldía violenta, claro está, porque la rebeldía pacífica contra el poder es algo bueno y saludable (esta vez sin coñas).

No me refiero a quienes no aceptan ninguna disciplina, ni la de su propia conciencia. A los nuevos gamberros Les llaman antisistema, cuando son los más proclives a un sistema que les permite vivir sin trabajar o dedicados a aquello que el resto del planeta no les ha reclamado. Como los yupies financieros, los antisistema, viven del dinero de los demás, por lo general del dinero de papá y mamá. Pero, eso sí, son como mi grafitero suburbial: Exigen respeto a su obra destructora y a sus personas. Y como los burgueses no les respetan, se ven obligados a romper lunas, incendiar automóviles o romperle la crisma a algún pútrido representante del "sistema.

Sí Europa tiene un problema de disciplina. Como la solución escolar puede ir para largo, a corto plazo vamos a necesitar un código penal más contundente  para poder defender la integridad y la propiedad privada de los burgueses, es decir, en el siglo XXI; el 99Þ la población europea.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com