La Liga de las Familias Polacas sale del Parlamento de aquel espléndido país. No ha alcanzado el 5% de los votos, la más eficaz barrera de entrada que opone El Sistema, es decir, los partidos y políticos profesionales -que viven del erario público, para entendernos- con el noble objetivo de  que no se renueve la vida pública. Estando "los de siempre", el país (España, Polonia o Bulgaria) disfrutará de mayor estabilidad, aunque nunca alcanzará la rentabilidad política máxima: la que reina en los cementerios.

Veamos: dado que la asamblea polaca tiene 460 escaños, la barrera del 5% significa que si obtienes un 4,99% de los votos no logras ningún escaño, ni uno solo, pero si consigues el 5,1 formas un grupo de 23 diputados. Dicho de otra forma, que pudiera ser -y es posible- que 1,5 millones de polacos, votantes de una misma opción, se quedaran sin representación, y que sus votos, por el reparto proporcional de los ‘restos', fuera a parar a opciones no precisamente queridas por el elector.

Pues bien, la Liga, socio de Gobierno y la única fuerza política, no ya en Polonia, sino en el Parlamento Europeo -esto último es lo que saca de quicio a la progresía, tanto socialista como democristiana- es la única fuerza política que defiende principios cristianos -y hasta humanos-, especialmente la vida, la familia natural y libertad religiosa. De ahí la obsesión de la progresía por eliminarla.

El País ha recibido la nueva con alegría infinita y notable regocijo. De hecho, ha catalogado a La Liga como partido de "extrema derecha católica”. Ni por un momento deben ustedes pensar en intenciones aviesas por pare de los chicos de Janli Cebrián para homologar el concepto católico con lo ultra. Nada más lejos de la verdad. Lo que pretende la cronista es hacernos un favor a los creyentes -PRISA siempre vigila por los intereses de los cristianos-: se trata de distinguir entre la ultraderecha católica y la ultraderecha laica. A favor de esta última claro esta, porque El País tiene muy claro que los ultras laicos -por ejemplo, Federico Jiménez- no son sino la otra cara de su misma moneda, un enemigo fácil, tan relativista e inseguro como ellos mismos. Ya lo decía Indalecio Prieto: "A nada temo más que a un requeté recién comulgado". Los que creen en algo, por ejemplo la Liga de Familias Polacas, son temibles.

Con el rígido código que distingue a los progres, El País ha cantado las alabanzas del vencedor electoral, la Plataforma Cívica de Donald Tusk, y alaba el proceso modernizador que va a emprender. Y así, con esa reiteración del pensamiento políticamente correcto, también conocido como pensamiento único, donde se vive la singular paradoja de que cuantos más medios informativos hay menos pluralismo, porque todos repiten lo mismo, los diarios españoles concretan el modernizador proceso polaco en la firma, por parte del nuevo Gobierno, de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Para el lector no iniciado -y a nadie se le puede obligar a seguir la actualidad, sólo a los periodistas- lo de Carta de Derechos suena muy requetebién. Lo cierto es que es un papel inmundo donde se le ha dado la vuelta a la tortilla de la Declaración de los Derechos del Hombre, creadora de la ONU cuando la modernidad no había perdido el sentido común, para pasar a considerarse fundamental el derecho al aborto o el homomonio. Con la Cartita de marras, que el Gobierno polaco se negaba a firmar, la UE se ha convertido en la punta de lanza del sinistro Nuevo Orden Mundial (NOM) para conseguir el paso desde el aborto despenalizado al aborto promovido y, por último, al aborto obligatorio. Porque el truco está claro: si usted no facilita el aborto usted está atentando contra los derechos humanos. El nuevo Gobierno polaco está dispuesto a firmar esta parodia. Es lo que los muchachos del El País, califican como "más igualdad y tolerancia". Cuando una ‘civilización' llega a este punto, lo mejor es apearse.

La manipulación de lo políticamente correcto llega a tales niveles que hasta el diario español arquetipo de lo progre, El País, nos informa -edición del martes- que los gemelos Kaczynski, estaban llevando a cabo un proceso de "revisionismo histórico", que, en la página de al lado, es calificado por el cineasta polaco Andrzej Wajda, de la siguiente guisa. "Han utilizado el resentimiento para gobernar". La verdad es que los gemelos Kaczynski intentaban -y quizás no debían haberlo hecho- que los sicarios comunistas que habían torturado, encarcelado y oprimido al pueblo polaco durante más de 40 años, no se fueran de rositas, pero no deja de tener gracia que el periódico que más ha defendido la Ley de Memoria Histórica en España, acuse a sus odiados enemigos polacos, de pretender hacer lo propio con una tiranía como la leninista, comparada con la cual el general Franco era un ingenuo párvulo.   

En cualquier caso, la progresía está contenta: el muro de resistencia polaco se resiente. O sea, que la extrema derecha católica ya no está en el parlamento. La extrema izquierda ex comunista sí, pero eso no importa. Es más, se representa una prueba inequívoca del pluralismo político.

Por lo demás, insisto: a El País le importa poco que entre un grupo de ultraderecha en las instituciones. Eso siempre constituirá la coartada necesaria y la posibilidad de una victoria nostálgica sobre el enemigo de antaño. Lo que a El País, fiel representante de la tiranía del Nuevo Orden, le preocupa es que un grupo cristiano -cristiano, no democristiano- puede defender su posición en las instituciones. Es lógico. El único enemigo de la languidez progre es la alegría cristiana.

Eulogio López

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