Es de admiración la unión que crea el fútbol. Todos a una.
Ayer, no había ni un solo diario de papel, ni digitales, radios y televisiones que comenzaran y acabaran sus programas con la noticia del Mundial. Cuántas banderas, en los balcones, en los coches (¡Bueno, y qué gracias al fútbol podemos colgar!, porque si no te tachan de fascista, como poco, hoy eso de llevar la insignia de la bandera de España para un español se ha convertido en bochorno y casi en delito, a no ser que sea eso, con motivo del fútbol).
A mí me parece muy bien, que la gente disfrute viendo a su selección y no digo nada si ganan ¡imagínense! Vaya, por anticipada, mi felicitación.
Pero, lo que no me resigno a comprender es que con la ley del aborto que ha entrado en vigor esta semana, no sean motivos suficientes para que la sociedad se una, ahora más que nunca, para defender el derecho a vivir de los seres humanos inocentes en el vientre de sus madres.
No es necesario ser católico y tener fe para darse cuenta de que hay una vida humana indefensa en cada embrión que se concibe. Nos guste o no, la naturaleza humana no la podemos modificar. El futuro de nuestra sociedad y de nuestros hijos está amenazado.
No es cosa de derechas, ni de izquierdas, ni de creyentes o no creyentes: es cosa de cualquier hombre o mujer responsable, informado, que todavía conserve el precioso don de pensar. Basta abrir los ojos y comprobar esta realidad natural.
Pilar Mariscal