Fíjate lo duro que es ser un Papa hispano, en este caso argentino. Al primer mandatario que tienes que recibir es a Cristina Fernández, la misma que ha organizado una campaña visceral contra el nuevo Papa, quien le había recordado tres cositas a los Kirchner: que con el derecho a la vida no se juega, que la familia natural está compuesta por un hombre y una mujer comprometidos, abiertos a los hijos y que la corrupción de los Kirchner empobrece al país y se ceba contra los más desfavorecidos.

Y encima tienes que soportar que, con su habitual demagogia, en que la función del Papa consiste en exigirle al Reino Unido que devuelva Las Malvinas. Que sí, que es un objetivo noble, pero que doña Cristina, como siempre hacen los demagogos populistas y un poco chorizos, ha convertido en el enemigo externo que disimula las barbaridades internas. No, un Papa no tiene que dedicarse a argentinizar una colonia inglesa, de la misma forma que si se hubiera elegido un Papa español, no tendría que reclamar Gibraltar. Lo que pretende Cristina Fernández es poner a los argentinos en contra del Pontífice, es decir, a favor de sí misma. El mismo miedo sentían los soviéticos ante la elección de un Papa polaco, es decir, un Papa que conocía tan bien la tiranía comunista -y al final la derribó- como Su Santidad Francisco conoce la gran mentira en que los Kirchner han convertido al peronismo.

Mucho más importante es el lema elegido por el nuevo Papa: "Lo miró con misericordia y lo eligió", el mismo que ya llevaba como obispo de Buenos Aires. Bueno, no sé si me gusta mucho esa apariencia de loísmo porteño, pero el contenido… vaya si me gusta.

Tres conceptos han sido los más repetidos por el Papa Francisco: Santa María Virgen, la pobreza y la misericordia divina: Dios no se cansa de perdonar.

¿Por qué esa insistencia Pues porque Bergoglio es hombre de Dios y como todo hombre que hace oración se da cuenta de que una humanidad empecatada está llamando a la justicia de Dios y él se aferra la misericordia divina. El apóstol de la Divina Misericordia, sin duda la mística número uno del siglo XX, Santa Faustina Kowalska -canonizada por Juan Pablo II, y una festividad, la única implantada por la Iglesia en el siglo XX, y que celebraremos el próximo domingo 7 de abril- aseguraba que los santos retrasaban la hora de la justicia de Dios -hablaba de la humanidad, no de cada hombre en particular- apelando a la clemencia de Cristo: "Tú detienes mi mano", le dijo Jesús en una de sus apariciones. Y tal es el recorrido que ha iniciado el Papa argentino: "Dios no se cansa de perdonar" al hombre, repite, en frase que va a resumir todo su Pontificado. Y es la frase que le llevará al martirio, porque Satanás y todas sus huestes, las angélicas y las humanas, no pueden soportar el poder de Dios, pero lo que no pueden soportar, ni entender, es su misericordia, ni pueden soportar al hombre que confía en esa misericordia.

Con un añadido: tanto el amor a María como el sentido de la pobreza evangélica del nuevo Papa, pueden ser manipulados. Su recia devoción a la Virgen se presenta como ñoñería beateril; su viril sentido de la justicia, también de la justicia social, se intenta convertir en un programa político, es decir, colectivo, cuando se trata de una opción individual e intransferible -aunque socialmente edificante- por la pobreza. Pero un ser humano hijo pródigo, que se abandona en los brazos misericordiosos de su padre Dios… eso toca el corazón del hombre y a ese corazón no hay quien le engañe. El hombre que confía en Dios se convierte en un superhéroe invencible.

Contra eso, toda la fuerza del Nuevo Orden Mundial -cada vez más satanizado- no puede absolutamente nada.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com