Sr. Director:
Hay cierto escepticismo ante la salida a la luz pública de unos exámenes caducados, llevados a cabo por aquellos que quisieron en su día acceder a un puesto de trabajado como docentes en la enseñanza primaria; una ligera sensación de que sea una estratagema del ministerio para abrir una cortina de desconfianza entre los progenitores y la ciudadanía en general.

Hasta donde llegan los ojos del río Guadalquivir -aunque sean más famosos los del Guadiana-, objeto de una de las preguntas de esa inapropiada prueba, seguramente mirarán más preocupados e incluso con recelo, el protagonismo adquirido, o el diámetro que recorre la pelota de la circunferencia correrá el riesgo de quedar reducido pero, de lo que no hay ningún tipo de duda es el objetivo principal de que estos documentos salgan al aire en estos momentos de incertidumbre que la sociedad tiene con todo lo relacionado con la educación y enseñanza de nuestros alumnos. ¿A qué sacar a relucir papeles que constatan en primer lugar el ineficaz sentido de unos exámenes como estos, confeccionados por el ministerio o las consejerías de educación autonómicas No podemos hablar de escarnio público el hecho de las desafortunadas contestaciones de algunos examinados más bien, de escándalo político por la desfachatez de un Gobierno asido a la barra del conformismo cuando le conviene.

Es presumible el destrozo que actos como esté causan a la opinión pública española y al sistema educativo, sacando a la palestra hechos de semejante pobreza en conocimientos, pero de forma directa, la credibilidad de la enseñanza ha quedado tocada de lleno en su línea de flotación, el profesorado, frente al resto de países. Esos países que comenzaban a ver una pequeña oportunidad de moverse en nuestro entorno con inversiones provechosas a la precariedad laboral y que ahora, en muchos casos, habrán reaccionado de forma negativa ante la salida de tono creada con estos argumentos inapropiados para la fiabilidad que necesita nuestro país en estos momentos.

Es fácil buscar excusas para la mala formación de nuestros estudiantes con declaraciones que no tienen en cuenta motivos presumibles; en España no se lee ni se escribe lo suficiente porque la Administración, incapaz de soluciones adecuadas -como el precio de los libros-, la subida de los diarios o el desastre cultural que ha originado el incremento de impuestos, no lo permite.

En nuestro país no se lee ni se escribe porque la motivación de los jóvenes no existe -ni se pone remedio-, porque los profesores hacen su trabajo con exiguos instrumentos, porque en un aula de primaria no puede haber tres veces el número de alumnos que existían en el pasado curso -con menos profesores- y porque el Gobierno, ocupado en otros menesteres -buscar impuestos, retrasar la percepción de jubilaciones o que estás sean inapropiadas a la subida del IPC, apelar a la sanidad y la educación privada-, no toma medidas con la consideración que la educación pública exige para profundizar en la búsqueda de la formación de sus profesionales.

La mejora del sistema universitario para adecuar los conocimientos de los docentes a las necesidades de los alumnos es prioritaria, los atrasados modos que olvidan el sentido de la profesión -enseñar- han quedado atrapados en el pasado por la evidente desidia del ministerio; la investigación no puede quedar apartada del sistema educativo como si está no tuviera su sitio reservado en primera fila al igual que la experiencia de muchos profesionales es relevante en las universidades -con un límite-, la motivación de los docentes debe ser complementada con clases prácticas en las aulas universitarias, no sólo con saber que los Reyes Godos "Ataulfo" y otros pocos, que hostigaron durante décadas a los estudiantes y que no valían en la formación posterior para nada obvio a excepción de algunas licenciaturas.

En la formación universitaria de los futuros docentes es preciso dejar que la improvisación se asiente en base al entendimiento y esté, solo con esfuerzos productivos que evolucionen hacía el diálogo con la enseñanza y la lectura tomara el sentido de ser entendida con explicaciones amenas. Nada se conseguirá con la apatía y la vejez de los instrumentos, como tampoco se llegará a una buena formación que de los frutos presumidos por el mero hecho de que los profesores recojan datos ininteligibles, que no sean fructíferos para los alumnos por su complejidad y falta de uso en el futuro inmediato.

Los estudiantes han dejado de escribir -en la práctica totalidad de las sociedades desarrolladas- lo que debieran por la irrupción sistemática de las nuevas tecnologías y el desafortunado uso de la telefonía móvil; culpable de una ortografía más que insuficiente y una falta de comprensión en explicar con los mismos comentarios variados. Y eso es innegable, como lo es la falta de un instigador al cambio del sistema educativo coherente, sin la apreciable conveniencia del actual Ministro Sr. Wert, que pretende basar la reforma de la enseñanza en ideologías personales más que a las necesidades primarias de los estudiantes y su profesorado. Cuando la educación corre el peligro de caer en manos de las clases sociales con un poder adquisitivo que se lo permita, el resto -mayoría- del conjunto total del país corre el riesgo añadido de quedar aislado, privado y sin ningún tipo de posibilidades de acceder a la enseñanza.

La apabullante escalada de noticias que detallan diarios y periódicos nacionales, que a la vez son página relevante del resto de la prensa vista por nuestros socios europeos, están dejando a los españoles en una lamentable situación. Posicionados entre la corrupción política y la indiferencia a la cultura, corren el peligro de quedar inmersos en una nueva escalada en la lucha a favor de la igualdad social y los derechos esenciales de la ciudadanía en  Estado de derecho democrático que se precie y que además, ha sujetado el bastón de la cultura durante siglos.

Juan Antonio Sánchez Campos