No estamos acostumbrados en Europa a políticos como el presidente de Honduras, Ricardo Maduro, que no tiene ningún problema en reconocer que el 65% de los hondureños vive bajo el umbral de pobreza, y que de ellos la mitad lo hace en situación de pobreza extrema. Durante su intervención en la mañana del lunes, en Madrid, de vuelta de la Cumbre Iberoamericana, Maduro, aún vanagloriándose de lo mucho que se había avanzado durante su mandato (abandonará la presidencia en cuatro meses), reconoce que la corrupción seguía imperando en Venezuela y que se luchaba para asegurar una independencia del poder judicial, sobre la que se ha empezado a transitar, pero aún queda mucho por recorrer.
Maduro es muy consciente de que llegó al poder insistiendo en la inseguridad ciudadana que tanto preocupa a los hondureños (y él lo sabe bien, dado que es padre de un hijo secuestrado y asesinado). Un dato : hace tres años, de cada 100 miembros de bandas juveniles extraordinariamente violentas- sólo 8 eran condenados. El 92% quedaba libre. Reconoce que no se ha avanzado mucho, pero ahora, al menos, sólo queda libe el 50%. Es más, Maduro asegura que ha sido más fácil luchar contra el crimen organizado que contra la delincuencia común.